E s profundamente placentero escuchar el primer disco de Nina Simone . Ella soñaba con ser pianista clásica, tenía todas las condiciones para ser quizás la más grande interprete femenina del jazz y repartió su enorme talento en tan variada producción musical, no siempre docta, no siempre recatada. Me cuesta separar a la artista de la activista, sin embargo lo voy a intentar. La voz de contralto Nina fue desde siempre una experiencia digna de oír. Los arreglos musicales de Jimmy Bond (bajo) y Tootie Heath (batería) son inapreciables en su relación con un piano que es tocado con una sensibilidad que trasciende más allá de la voz y los acordes que nos envuelven. Canciones como Mood Indigo , ejecuciones en el piano como la de Central Park Blues , explosiones emocionales como las de Love Me Or Leave Me o el intimismo de I loves You Porgy garantizan un momento de sosegado y efectivo reposo al banal ruido que no pocas veces nos rodea fuera de las fronteras de aquel lugar especial que co