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Mostrando entradas de julio, 2023

La lectura (III y IV)

 *** L os primeros libros que leí eran bastante inocentes. Cursaba por entonces el segundo básico; Juan Lucero, el chico rudo del curso, llevó a la clase dos libros con el fin de presumirlos a la profesora; eran Papelucho y Corazón . El primero escrito por la chilena Marcela Paz ; una abuelita a la que le gustaba imaginar que era un niño (y que lo hacía demasiado bien, por cierto) y el segundo; un verdadero clásico universal escrito por el italiano Edmondo De Amicis .     Me acuerdo que, de alguna forma, tomando en cuenta de que estaban cercanas las vacaciones de verano y el receso de los deberes escolares, conseguí que Juan me prestara sus libros para leerlos. Desde entonces el maravilloso hábito de leer me ha permitido incontables momentos de emoción y de alegría. La lectura me ha facilitado códigos para mejor llevar el trauma de ir creciendo, primero en estatura y edad, luego como persona.     Leer no siempre es para evadirse; a veces también conviene leer para apreciar las cos

La música

  *     N o recuerdo que antes me hubiese pasado. Era verano, sería el medio día, yo estaba limpiando el patio de la casa cuando la música brotó de la manera más impactante que lo podía hacer. Era electrizante, extremadamente alegre y mágica. Sentí ganas de saltar, retorcerme y de gritar. Fue algo así como una cosquilla que empezaba en el estómago y se repartía por todos los otros miembros del cuerpo. Miré a mi hermana mayor que era la que entendía en aquel asunto de las canciones; ella me miraba participe de la alegría que producía la música que en la radio estaba sonando, pero al igual que yo no conocía la canción.     Aquella tarde limpiar el patio no fue para nada una tarea difícil. Acordamos dejar el dial en la radio para terminar de hacer los deberes; fue entonces un momento de aquellos que no se olvidan nunca cuando el locutor dijo el nombre de la canción. Del inglés confieso que por entonces no sabía absolutamente nada; tenía algo así como siete años, la canción se llamaba

Víctor Jara (1959-1969)

M uchos años de mi vida escuché las obras de Víctor Jara. Me alejé de ellas una vez que se lo apropiaron unos pocos, parecido a lo que me pasó con la obra de Pablo Neruda. Siempre me gustaron las canciones alegres de su repertorio pero, el trágico final del cantor condenó, por muchos años, al sino de lo triste a su obra. El disco doble Víctor Jara 1959-1969 , que anuncia, en su bajada de titulo, que esta compilación incluye "La pala" , "¿Quién Mató  a Carmecita" y otras grabaciones requisadas durante el golpe militar. se queda corta en lo que ofrece a quién tiene la oportunidad de escuchar los discos. Es un trabajo precioso desde el arte de la carátula hasta la selección de las cuarenta canciones que se incluyen. Canciones injustamente desconocidas, la mayoría de ellas, para la persona no muy interesada en el detalle de la obra de estos artistas que, para bien o para mal y dependiendo de cada cual, son parte de la historia. Hay varias tópicos presentes en la forma

La Caída (2004)

D e tanto en tanto, hay grupos de personas que sienten nostalgia por las imaginarias habilidades como estadistas de los dictadores. De tanto en tanto se humaniza el mal, se empata o se justifica como la cura a la insana naturaleza de los poderosos. El director alemán Oliver Hirschbiegel  no tenía ante sí una tarea fácil cuando se propuso retratar los últimos días de Adolfo Hitler. La critica internacional temía la humanización del hombre en cuestión, como si la inhumanidad no fuese pocas veces la inexplicable definición de un selecto grupo de seres humanos. La película La Caída me cautivó por muchas razones: la magnética e impecable interpretación de aquel tremendo actor que era Bruno Ganz , el contraste entre el bunker donde se refugian y esperan los jerarcas nazis junto a sus seres más cercanos con los lugares devastados por el avance del ejercito rojo, el niño héroe que condecora Hitler y los cinco inocentes niños que son condenados por sus propios padres a una pena capital que, en