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Mostrando entradas de 2024

Madres de los días

 M aría Trinidad, cuando era niña, se esmeraba para que “pepita”, su muñeca, no sintiera el frío ni el hambre que ella sentía. La abrigaba con su chomba descolorida y le daba de comer de la sopa que, en los días de invierno, María Trinidad, cuando era niña, acostumbraba a imaginar. Herminia del Carmen se prometía a sí misma, cuando su taita le pegaba, no hacer lo mismo con sus hijas y, sin embargo, se sorprendió a sí misma demasiadas veces golpeando a quienes tanto amaba, aterrada de que las niñas repitieran los errores que ella había cometido al hacer la vida. La vida que prueba y mide hasta dónde es capaz de llegar una madre que no tiene otra que endurecerse, más que un poco, para no fallarle a las niñas ni al niño con los que se quedo a solas cuando aprendió que los cuentos de hadas no son ciertos. Cuando pudo haber elegido la muerte y eligió la vida. Marina Soledad no está para cuentos y ama con recelo porque aprendió que amar con los ojos cerrados es un injustificado peligro. Acar

Mujeres (II)

E n estricto rigor, tuve tres abuelitas; las tres, no cabe duda, mujeres muy admirables.     Comenzaré por mi abuela materna; una flor del campo trasplantada a la mala a un macetero que nunca la pudo contener del todo en la ciudad. Fue madre de a lo menos doce crías y esclava por décadas de un trabajador y poco cariñoso patrón…marido perdón. Mi abuela paterna pasó por este mundo casi sin hacer ruido. Acumuladora tanto de recuerdos como de objetos, sabia como muy pocas; vivió siempre muy sola. En sus piezas (no le conocí nunca una verdadera casa) estaba siempre arrumbada junto a sus muñecas, juguetes, papeles marchitados que fueron importantes en otro tiempo y de cuadros con fotos de personas que ya no estaban.     Mi tercera abuela es la madre de mi medio padre. De ella me quedó su tremenda lucidez, sus finos modales y su rico lenguaje (aunque mi madre cuenta que cuando se trataba de ofender, había muy pocas capaces de hacerle frente).         Los hombres ausentes son una constan

Dos gigantes generosos

  H ace muy poco escuché que Julio Cortázar ; "el gigante que no paraba de crecer" tenía acromegalia. Crecía 3 cm al año y por eso era, a sus 69 años, muy alto en relación a sus pares. Sabía desde hace muchos años que Manuel Rojas decía que medía 1mt.80cm cuando quienes le conocieron podrían jurar que media 2 metros. Ambos; el argentino-francés y el chileno-argentino han estado desde siempre en mi particular panteón de escritores predilectos. Todo cuanto escribieron quiero leerlo. A veces me permito comprarlo y leer una y otra vez aquellas generosas palabras que me han acompañado hace ya, mucho más de cuarenta años. Hoy es el día del libro. En el trabajo se estuvo celebrando durante gran parte del día. Yo casi no asistí a las celebraciones. Estaba sentado en la sala de profesores (los días martes únicamente hago una clase en sala y el resto del tiempo es para preparar material para las clases de la semana). Me acompañaron algunos textos favoritos en audiolibros. Escuchaba a

Hombres

  L a vida nos termina por enseñar que aquello de los buenos y los malos, la mayor parte de las veces, tiene sustento nada más que en las historias que nos contamos desde tiempos inmemoriales, para ver si así podemos ser un poco mejor los unos con los otros. Por mi parte no tengo ningún interés en convertir a nadie en héroe o en villano; sin embargo, debo reconocer que sé muy poco acerca de mi padre. Él salió hace muchos años de la vida de mis hermanas y de la mía; nos visitó demasiado poco cuando fuimos niños y solo recuerdo que muy pocas veces podía contribuir con dinero para nuestra manutención, razón por la que incluso estuvo preso un par de veces.     Tengo un vacío demasiado grande detrás de su rostro. Casi no nos vimos ni hablamos por algo así como veinte años; sé muy poco de su infancia, de cómo se sentía con respecto a la historia incompleta que inevitablemente le pertenecía tanto a él como a nosotros. Mi mamá intentó no hablarnos nunca mal de él (al menos a mi hermana más c

El secreto de sus ojos (2009)

 El cine argentino toca, no pocas veces, alturas imposibles, al parecer, de alcanzar por otros países latinoamericanos. El secreto de sus ojos no fue la primera, ni mucho menos la última película del país trasandino en provocarme un asombro poco común ante un tipo de cine que no cuenta con los enormes presupuestos con que cuenta el cine de naturaleza más omnipresente. Quizás sea la secuencia del estadio la más sorprendente en lo referente a lo técnico pero es la historia la que engancha quien observa una película que nos habla de lo esquiva que puede llegar a ser la justicia, de los mecanismos del amor que son torpes algunas veces e incondicionales en otras. En un tribunal de justicia trabajan Benjamín Espósito ( Ricardo Darín ) y su entrañable (a la vez que irremediablemente alcohólico) asistente y amigo Pablo Sandoval ( Guillermo Francella ). Conocen a la nueva jefa de departamento: Irene Menéndez- Hasting ( Soledad Villamil ). Se presenta un caso sobre un asesinato que marcará la v

Como tú (Amparo Ochoa)

 

Mujeres

M i mamá es una mujer admirable. Ya sé que esta es una frase típica para referirse a una madre, pero es que la mía, apartada de aquella devota imagen que tanto impone nuestra sociedad cristiano-machista al hecho de ser madres, de verdad que lo es. Cuando iba a la escuela y no había acabado siquiera el segundo básico, tuvo la mala idea de decirle a mi abuelo, que era de esos patriarcas a la antigua, que no le gustaba estudiar; entonces su papá que no era como son los padres de ahora la mandó a trabajar. Había cumplido recién los ocho años cuando ya era una sirvienta experta, chalupiando los años llegó a sus diecisiete abriles entonces, en días de amigos y malones, llegó a la casa de mi abuelo el que sería mi padre (o pudo ser, pero esa historia es para después) era amigo de uno de los hermanos de mi mamá. Si tomamos en cuenta que era el abuelo quien iba cada fin de mes por casi diez años a cobrar los sueldos de su hija, no era para nada extraño que al ver que un mozuelo mostraba, digamo

Corazón valiente (Gilda)

U na vez, un niñito muy amoroso me regaló un casete que el mismo había grabado para dármelo. Era el mismo niño amoroso que, en un pedacito de una hoja que había arrancado de su cuaderno de matemáticas, me dibujo y escribió que me quería mucho. A ese niñito le gustaba mucho la cantante del casete. Yo no sabía nada de ella. Por supuesto que el cadete no tenía una caratula así que no me más que imaginar a la argentina que decía que tenía un corazón valiente .  Nunca he sido particularmente bueno para bailar y no me queda más que reconocer que las canciones del casete estuvieron muy, pero muy cerca de hacerme detener tanto pensar las cosas, tanto leer para moverme, reírme y no quedarme afuera, como dice una de las canciones más pegajosas de Gilda . Gilda era muy bella; cuando supe que estaba oyendo la dulcecita voz de una mujer, madre y ex maestra jardinera que había muerto, de manera trágica, no pude hacer otra cosa que escuchar su voz una y otra vez. Por entonces hacía poco que me había

Las revoltosas (VII)

S i el valor de un hombre no ha sido del todo establecido ¿Cuál será el valor de la mujer que se revela a su destino de dama y princesa? De la mujer que no necesita andar vociferando, que gana su respeto con hechos, sin victimizarse, que no se avergüenza de las lágrimas que parecen limpiarla desde adentro y aclarar el horizonte que tantas veces parece tan sombrío e inalcanzable.    ¿Cuál será el valor de la mujer que cuida de sus crías hasta que estas se pueden valer por sí mismas? ¿De la mujer que estudia, de aquella que habla en donde todos callan y otorgan? ¿Cuál será el valor, sin veleidades, de la mujer que persiguió su destino cargando su grabadora y una guitarra por aquella larga geografía que es la patria que le tocó? ¿El valor, sin cálculos políticos, de la mujer que murió lucida como nunca a pesar de que mientras vivió fue considerada loca?     Es doblemente complejo determinar cuánto es lo que se necesita para comprar la dignidad de las revoltosas, para acallar el ruido

La sensibilidad (VIII)

  S i alguna conclusión tengo que sacar de haber conocido a tanta gente es que la extrema sensibilidad hace a algunas personas insoportables. Parecen siempre enojados, siempre alerta y agresivos para que nadie vaya a descubrir que la puerta que da acceso a sus sentimientos es una puertecita de madera muy delgada. De insoportables como esos están llenos mis más justificados sentimientos, de aquellos que si abrían la boca dejaban la grande, tan así que los menos cobardes terminaban o por hacerse sus amigos o por evitarles a como diera lugar porque eran unos intratables.     También están llenos mis recuerdos de aquella mejor llevada hipocresía que en no pocas personas es la muestra más excelsa de su buena educación; es decir, no decir nunca nada que les vaya a comprometer demasiado, esperar que otro u otra lance la primera palabra para dar su opinión, acatar mejor lo que vote la mayoría a decir de frente que no están de acuerdo, porque siempre es mejor el silencio a pasar por desagrada

No hay perdón para el olvido

M e gustan los juegos de palabra, siempre me han gustado. Me gustan el parafraseo que busca construir y aportarle humanidad a una existencia que, para no pocas personas, se ha estado volviendo un tanto agresiva que desmemoriada. Cuando escribí el libro anterior (No odiar también es un privilegio) no quería que en la reflexión se me interpusieran las emociones más primitivas. Rehuí escribir guiado por la desazón o sobreponiendo las emociones personales a las colectivas. Pasaron muchas cosas en el país entre 2019 y 2023. Había escrito antes acerca de aquellas cosas, también necesitaba escribir cosas nuevas...entonces reuní algunos poemas que había publicado antes, los acompañé de otros que necesité escribir ahora y publique, tarde como es mi costumbre, este libro de poemas que les presento. No hay perdón para el olvido es un libro corto pero necesitaba compartirlo. Vienen a ser como un complemento del libro anterior llevando la mirada bastante más atrás. Cincuenta años atrás. Yo no había

Vals con Bashir (2008)

H ay una pregunta que me he hecho desde que tuve las primeras noticas acerca de el Conflicto israelí-palestino: ¿A caso los lideres de Israel no aprendieron nada de la persecución y el dolor que sufrió su propio pueblo? Más allá de los infinitos desacuerdos y problemas que justifican la no resolución, hasta ahora, de un conflicto que ha cobrado tantas vidas (por ambas partes) se agradecen las expresiones artísticas que buscan desde la condición humana. Vals con Bashir es un documental israelí muy premiado. Se le ha reconocido y premiado por ser innovador a la vez que estremecedor en la reflexión que nos presenta. El medio, dibujos animados. Una técnica totalmente nueva en el año en que se estreno este intento de rescatar una parte de la humanidad perdida en un conflicto que para no pocos y pocas no es sino otra cosa que no se termina de resolver en el medio oriente. Noticias que han estado allí desde siempre (el conflicto comenzó a principios del siglo pasado y aún no ha podido ser so

La música (IV)

  *     M e las arreglaba para tener una radio pequeña o uno de esos personal estéreo que estaban de moda (de segunda mano eso sí, porque los nuevos todavía eran caros) para escuchar las estaciones de radio que emitían música antigua o copias de casetes con canciones de protesta que podía conseguir en las poblaciones. Usaba audífonos porque me gustaba mucho escuchar música por las noches. La cosa es que me quedaba hasta muy tarde a veces oyendo canciones que me remecían lo mismo las ideas que los sentimientos. Era un romántico sin remedio y a veces olvidaba que los demás estaban durmiendo y me ponía a cantar con un volumen de voz que además de ser inadecuado, me dejaba completamente en evidencia acerca de las canciones que escuchaba. Era muy vergonzoso que constantemente me hicieran callar, sin embargo reincidía, cada vez menos porque o me quedaba dormido antes de puro cansado que estaba o porque en la medida que uno crece le comienza a ganar la vergüenza de sus ideas y a sus emocion

Un regalo para compartir (16)

  N o recuerdo la razón por la cual, el 26 de enero de 2023, no subí una etiqueta con el titulo que lo venía haciendo el día de mi cumpleaños. Curioso porque el año recién pasado me deparó "sobresaltos" (tanto negativos como positivos) que en modo alguno hubiese sospechado. Pasaron cosas este 2023 que de alguna manera me posicionaron de manera distinta para este 2024. Me descubrí profundamente querido por no pocas personas, respetado y valorado más allá de lo que yo mismo valoro o respeto los actos y las palabras que ofrezco a quienes me rodean. En esta vida mía que, a partir de ahora, comienza a ofrecerme el decimo año de lo que nunca me atreví a esperar. Vida que debe ir más lenta e inevitablemente más responsable de los afectos de los que me he ido rodeando. Todavía recuerdo con profundo cariño los afectos del pasado. Personas a las que quise tanto y deje partir esperando que pudiesen ser todo lo felices que merecen ser. Todavía me quedan algunas hojas por escribir y compa

Amor Rojo (II)

  D espués de un estallido social, después de que el partido comunista ha vuelto a formar parte del gobierno tras cincuenta años de exilio político, después de dos intentos fallidos de cambiar la constitución, después de la corrupción que se ve transparentada a veces por aquí, a veces por allá. Vuelvo a tener la necesidad de volver a la Fiesta de los abrazos. Solo como casi siempre. Ahora sí que no vi a nadie conocido. Contemple la cada vez más estructurada organización del acceso, los locales de venta de libros, música y todo cuanto allá de mercadería "revolucionaria". Las charlas, interesantes como siempre y la propuesta de expresiones artísticas en vivo intimas y muy entrañables. Desde hace más de veinte años que no me ponía en una fila para comprar algo para comer y beber. De hecho, primera vez que lo hago solo. Esa vez, hace más de veinte años, éramos varios los que andábamos sedientos y hambrientos porque nos quedamos hasta tarde. Una lata de cerveza bien helada y un ch

Antología (Isabel Parra)

  V er el documental "En septiembre cantó el gallo" me trajo recuerdos de aquella época en que yo lloraba escuchando algunos casete. No pocas de esas canciones estaban interpretadas o habían sido escritas por Isabel Parra. Ya está dicho...la voz más dulce y precisa de la Nueva Canción Chilena.  Cuando en 1999 apareció en Chile esta Antología el alma mía estuvo de fiesta. No solo incluye canciones que conocía sino que traía, además, no pocas composiciones que no conocía. Desde aquel momento, no pocas veces pongo en el reproductor el casete y doy una mirada al que entonces era... y aún soy. La cara A reúne algunas de las entrañables canciones por las que es tan reconocida esta "hormiguita": La jardinera, Porque los pobres no tienen, Lo que más quiero (con letras de su inolvidable madre), Cantando por amor, La hormiga vecina, Lo único que tengo y el Cantar tiene sentido (tanto de ella como de los inolvidables compañeros quienes cooperaron en sus composiciones). También

La sensibilidad (VII)

L a idea de patria, esa con banderitas, desfiles militares, pifias en los estadios y menosprecio por los países con retraso económico no me provoca ningún tipo de orgullo.      No creo que amar a la patria consista en repetir vacíos rituales; como saludar a las estatuas o pasar marciales ante autoridades que a veces ni siquiera entienden la diferencia entre amor y conveniencia.     Yo amo la tierra, a la gente que se parece a mí, los que trabajan mucho para que su pedacito de país avance hacia la dignidad. Respeto al que les enseña a los niños y a las niñas los fatales resultados de nuestros errores cuando por venerar una idea errada de patria avasallamos a los débiles con soberbia furia.     No soy capaz de entender la diferencia entre personas trabajadoras de cualquier país, que ajenas al conveniente chovinismo de los que ensalzan a la patria como un bien común, laboran de sol a sol tratando de que a sus hijos e hijas no les falte lo esencial.     Los niños y las niñas de nue