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Mostrando entradas de febrero, 2017

Efemérides

C ada año con sus meses y sus días trae consigo nostalgias de días, meses y años donde creíamos que podíamos ser distintos. Este 2017; para mí, viene repleto de evocaciones que no quisiera dejar pasar. Hace quinientos años un fraile agustino inicia una reforma que acercaría de una vez por todas a aquellos que dicen amar al prójimo al origen de las sagradas enseñanzas. Con 95 tesis derrumbo la corrupción de aquellos que administraban todo tipo de riquezas aprovechando la credulidad, la inocencia y los miedos de almas que hasta entonces no dudaron en voz alta para no ofender aquello que desde el comienzo de los tiempos ha sido lo más sagrado; es decir lo que se adora porque no se conoce. Hace cien años estalló una revolución que para bien o para mal, cambio el mundo tal como lo conocemos. Por primera vez los postergados tendrían voz, manos y rostros. Las iglesias, los estados y cada humano que vivió y vivirá hubo de asumir la existencia del dolor, el desamparo y la pobreza materia

Mi lado de la vereda

T engo que reconocer que la mayoría de las veces me pongo del lado de los que tienen menos poder o los que visto lo visto y vivido lo vivido, llevan la de perder. Me explico; si estoy del lugar de los mapuches es porque no desconozco que ellos vendieron sus tierras, pero también conozco que la mayoría de ellos firmaron papeles sin haber nunca aprendido a leer. Me pongo del lugar de los expropiados porque aunque ellos no quieran les quitarán sus propiedades en algún momento pues la porfía nunca ha podido detener el vitoreado avance del capital. Cada vez se construyen más centros comerciales y quedan en el olvido más casas con patios donde podíamos jugar. Plazas todavía construyen pero sacan los árboles y ponen máquinas para hacer ejercicio y no digo que no haya que ejercitar el cuerpo pero ¿por qué no ponen también bibliotecas para ejercitar la mente? Me pongo del lugar de las minorías que hace rato ya no son pocos pero siguen siendo ridiculizados como siempre por personajes pat

La memoria en colores

N o sé porque me acuerdo de aquel hombre con muletas que vendía boletos de la lotería en la Plaza de Armas, gritándonos al paso y como si no vistiese harapos que los boletos que tenía eran los de la buena suerte. Del viejito pascuero que en víspera de navidad pedía monedas en Mapocho diciendo que era para regalarse un vinito. Me acuerdo de los carabineros golpeando sin motivo alguno a las personas que alteraban las ventas de no una, sino de muchas avenidas con su inconformismo. Me acuerdo de los que en Peñalolén tuvieron frío cuando era invierno y de los que en tantas poblaciones tenían y tienen que cargar con el estigma de ser personas de última clase. De los que ahorraron muchos años y recibieron casas mal construidas y de los que marchaban por educación de calidad y eran incapaces en el trasporte público de dar el asiento a las personas de mayor edad.  De todas esas cosas y muchas otras me acuerdo ahora que es verano. Ahora que la gente habla de dietas, de los espectáculos, d

Persépolis

C omo sociedad occidental leemos pocos libros escritos por mujeres, vemos pocas películas dirigidas por mujeres y son muy pocas las superheroínas conocidas; y aunque ciertas editoriales, compañías cinematográficas y campañas más o menos recientes intentan hacer algo al respecto...siguen siendo muy pocas las obras artísticas/intelectuales de mujeres a las que tenemos acceso. Para hacer esta reflexión más interesante me quiero centrar en la obra de una mujer que viajó desde su Irán natal a una Francia que la adoptó como una de las suyas sin mediar más que aquel enorme y velado talento que podemos encontrar en las mujeres por más que nosotros los hombres pasemos por su lado mirando hacia cualquier lado. No pretendo asegurar que todas las mujeres ni todos lo hombres son capaces de concebir ideas que son luminosas a la vez que universales; quiero ser más bien irónico comentando una maravilla que fue adoptada por nuestra cultura tan civilizada, Me refiero al libro Persépolis.   Ob