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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Pablo de Rokha

A este Pablo es al que admiro y respeto yo. Con este Pablo es que yo me hubiese tomado una sopa de vacuno con harta chuchoca, al que hubiese querido escuchar iracundo garabatear a quienes se olvidan que la poesía no es trabajo que a uno le permita vivir como burgués; mucho menos lucrar.     Trágico, tanto como enamorado de su Winett, de sus hijos que grises como él iluminaron la maltratada geografía de un Chile que todavía se sigue deslomando muy lejano de los salones y los círculos artísticos oficiales.       En esta enorme roca, en su obra bruta y agria hay más verdad que en toda la seda, todas las casas museo y las fundaciones de testamentarios del mundo.     Como no respetar aquellos embarrados zapatos que caminaron como caminan los pobres, manchándose los pasos, sudando la frente para comer un pan nuestro, jamás conocido en el dolor ajeno por algunos, aquel abrigo que no pudo con la cruel espada que desde lejos lo anduvo siempre siguiendo para acuchillarle sus maltratada

El Chacal de Nahueltoro

T ambién cumple cincuenta años, la que al día de hoy considero, la mejor película del cine chileno: El Chacal de Nahueltoro de Miguel Littín . No deja de ser curioso lo poco que se ha hablado de ella en los medios masivos de comunicación. Será que al igual que el disco Basta (recientemente comentado y que también cumple cincuenta años) son evidencia de una historia que no pocos quisieran olvidar.  Retrato de un Chile que fue, que para las nuevas generaciones definitivamente es un Chile inexistente. La película es casi un documental, un ejercicio de esos peligrosos que terminan haciéndonos sentir empatía por aquellos que debiésemos condenar. Es arte dolorosamente realista de aquel que se nos queda marcado de por vida. Nelsón Villagrán compone mediante su magistral interpretación las limitaciones de un pueblo embrutecido y condenado desde antes de cometer los crímenes por los que serán conocidos. El resto de los actores en una linea tan realista y natural que cuesta como nunca s

Celebrar la independencia

N o sé si en los otros pueblos, pero en el mío esto de las fiestas patrias es como nunca negocio más que independencia. Durante semanas se prepara el ambiente. La televisión, como lo hace mucho tiempo, muestra no solo aquello que se podría hacer, sino que también lo que se debe hacer si se quiere formar parte de la fiesta.  En algunas casas flamean al mismo tiempo la bandera de la patria que han sabido fundar y vigilar aquellos que hasta el día de hoy ostentan la fuerza de las armas y la de una nación originaria que, de puro rebelde, se niega todavía a ser ocupada del todo. Las ramadas que en antaño eran paseo seguro de aquellos que no teniendo qué comer íbamos a ver cómo comían los que si tenían, ya no son lo mismo; hoy cobran por entrar, no para que no entre cualquiera (los marginados para estas cosas tienen plata) sino como un indicio inequívoco de que lo que importa es la oferta y la demanda. Pagar como ofrenda de amor a la patria o a la chingana que en pueblos como el nuestr

Basta (50 años)

C uando era niño me provocaba un indescriptible emoción oír las interpretaciones del conjunto Quilapayún en un disco que este año cumple cincuenta años y que es manifiesto de un país que pudo ser pero que definitivamente nunca será. Basta   yo lo conocí como un casete, como un casete pirata con una caratula que mostraba una mancha oscura sobre una cartulina celeste que muchos años después (al ver el arte del disco original) vine a enterrarme de que era un ave malherida y puede que muerta. Fue en aquel casete que escuché por primera vez el Bella Ciao , que me estremecí con A la mina no voy o que me sentí conmovido por Las coplas de baguala . Me acuerdo que escuchaba aquellas canciones muy seguido, no en volumen alto pues aquello no estaba permitido. Repetía los versos de Patrón como quien repite una oración que lo libere de los males que son males verdaderos o no males inventados por otros que quieren que sintamos culpa. Me envalentonaba oír lo desafiante que podía ser una