A este Pablo es al que admiro y respeto yo. Con este Pablo es que yo me hubiese tomado una sopa de vacuno con harta chuchoca, al que hubiese querido escuchar iracundo garabatear a quienes se olvidan que la poesía no es trabajo que a uno le permita vivir como burgués; mucho menos lucrar. Trágico, tanto como enamorado de su Winett, de sus hijos que grises como él iluminaron la maltratada geografía de un Chile que todavía se sigue deslomando muy lejano de los salones y los círculos artísticos oficiales. En esta enorme roca, en su obra bruta y agria hay más verdad que en toda la seda, todas las casas museo y las fundaciones de testamentarios del mundo. Como no respetar aquellos embarrados zapatos que caminaron como caminan los pobres, manchándose los pasos, sudando la frente para comer un pan nuestro, jamás conocido en el dolor ajeno por algunos, aquel abrigo que no pudo con la cruel espada que desde lejos lo anduvo siempre siguiendo para acuchillarle sus maltratada