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Mostrando entradas de febrero, 2010

Recuento de daños

Q ué angustiante es la necesidad y la tristeza cuando no puedes hacer nada en un momento determinado por los otros. No puedes a pesar de tu serenidad dar consuelo a quién todo lo pierde. No puedes salir corriendo y levantar los escombros que nuestra ignorada fragilidad ostenta a modo de mensaje sobre el suelo. Ves gente temblando ante la sola idea de que algo peor ocurra, ves niños jugando entre colchones y muebles asilados junto a sus madres en las plazas públicas, ves turbas desesperadas intentando conseguir articulos de primera necesidad pues ya ha sido mucha la angustia y la espera y vez lo que creías que solo era posible en países desesperados ante la miseria y piensas que tal vez ahora se comprenderán mejor los días, las semanas, los meses y los años en que algunos países viven sumidos en esta angustia, en esta necesidad de pan y abrigo. Pero ves además lo que no quisieras ver; ves a quienes corren para saciar su inacabable hambre de venganza social, ves a quienes ocultan e

Sólo un cambio de estación

D e a poco, muy lentamente mi pueblo fue cambiando. Después de años de creer que nada pasaba, que el peso de la rutina nos seguiría aplastando día a día contra el polvo del suelo, casi sin mirarnos a la cara, dudando en cada instante, aguardando el zarpazo que habría en algún momento de rasgarnos la sensible tela de los sueños. Algunos amábamos a pesar de que no se suponía conveniente, algunos escalaban posiciones a pesar de que no nos parecían competentes, algunos sembraban el veneno tan solo para desprenderse de tanta amargura que llevaban dentro; y otros, sin importarles en lo más mínimo el paso del tiempo, como si vivir fuera agua que por si misma va decantando. Hubo entonces que elegir a quien gobernaría como lo veníamos haciendo hace tanto tiempo. La mayoría tomaba partido y nosotros desorientados como nunca como temiendo equivocarnos con el voto…las desvergonzadas ambiciones que sedientas se arrastraban camino hacía el poder no nos convencían entonces ni lo hacen hoy ni

Desolación

H ace muchos, pero muchos años leí un libro; desbordaba conceptos íntimamente amargos y religiosos. Su autora, la señora seria de la que nos hablaban tanto las profesoras de nuestras escuelas básicas. “La poeta de los poemitas para niños”, “la maestra rural”…tanta ignorancia en los conceptos, tanta injusticia para con una que se reveló desde muy temprano al sentido del rebaño; que cruel y amargo libro. Desolación (1922) de Gabriela Mistral es, no cabe duda, una obra maestra; áspera, difícil, poco explotable en lo político o en lo comercial pero obra maestra al fin y al cabo. Sus poemas hablan del dolor en primera persona, sin intentar siquiera generalizar emociones. Son los verdaderos dolores, las soledades y las luces de su joven autora. Poesía profundamente intima. Cómo no citar L os sonetos de la muerte que tanto honor y reconocimiento le ha granjeado entre los entendidos a su autora. Autora que nunca brilló en su propia tierra; de hecho, éste, su primer libro fue editado

La novia de Frankenstein (1935)

Para los entendidos en cine supera a su predecesora ( Frankenstein 1931 ); para quienes leyeron la novela de Mary Shelley , una segunda parte necesaria para completar la idea de tan macabra obra literaria; para quienes la ven sin conocer la anterior cinta, es una comedia y sin embargo, La novia de Frankenstein resulta ser bastante más que todo lo anteriormente expuesto. Vemos menos drama y algo más de humor, un humor bastante oscuro por cierto. Puede ser que el hecho de que “el monstruo” se humanice le reste la carga de angustia que conlleva la obra original o que la dosis de humor con que su director ( James whale ) replantea la continuación de su obra anterior nos sugiera tal vez la secreta intención de conseguir un cine más comercial. El hecho es que esta película cierra para mi gusto la intención de acercarnos un mito de la literatura de manera bastante asequible. Puede ser que terminemos muy pero muy lejos del espíritu original del personaje, pero nos entretenemos. No peca