N o entendí, hasta ahora, porque nunca me ha terminado de convencer la obra de Silvio Rodríguez . Hasta ahora que escuche conversar a un grupo de sus fans sobre lo caras y difíciles de conseguir que eran las entradas para sus últimos conciertos en el país de la desmemoria. Aquellos fans pertenecen a lo que se ha dado a llamar la clase media. Personas que tienen todo el derecho del mundo a comprar las entradas que les permitan entrar a los espectáculos (o puestas en escena, en casos como éste) que ellos y ellas estimen convenientes. Esa, tal vez evitable, conversación sobre el privilegio de asistir a escuchar, una vez más, al inmortal trovador como un ejercicio de presunción a la altura de como se presume el teléfono o el auto que por ventura de sus esfuerzos y de las bondades del libre mercado unos pueden tener y otras tan únicamente ambicionar. Silvio Rodríguez, sin lugar a ninguna duda, es mucho más que eso. Es la voz y el sentimiento de, al menos, cuatro generaciones. Su obra es ext...