
Los accesos al sector donde se realizaría el acto central estaban dispuestos para dificultar la llegada de los trabajadores. Fuerzas de la ley en todas partes, rodeándolo todo y rodeándonos a todos, helicópteros y vehículos en cantidades hace mucho tiempo no vistas. Al comienzo muy poca gente: ancianos, grupos pequeños de trabajadores y poco comercio.
Desde el oeste vinieron entonces los ritmos ancestrales, cantos y papeles bailando al viento. Venían los de la salud, los de la educación, grupos juveniles, más ancianos gritando para no ser olvidados. Caminaron de nuevo junto a los mil veces postergados los que solo hasta ayer tenían el poder y como corresponde fueron insultados, escupidos y golpeados con monedas. Aquella fue nuestra única violencia, una que solo se justifica en la impotente rabia de verles de tan cerca después de tanto tiempo sus caras de sinvergüenzas.
En ese momento, y a pesar de los obstáculos de nuevo éramos muchos, cuadras y cuadras de voces y corazones que no se pueden comprar pues no tienen precio, dando y dándose fuerzas para enfrentar a la fuerza de los poderosos. El discurso del principal orador careció de coherencia y de pasión, la multitud lanzó pocos vítores debido a la falta de ideas, algunos frases graciosas y muchos conceptos sin definir. Lo rodeaban como siempre los que aparecen puntualmente a estas actividades. Los que dicen, nos representan, pero que ni siquiera se estremecen ante nuestras derrotas.
Al terminar lo de siempre, la fuerza policial prepotente, torpe, oculta tras sus cascos, sus escudos y sus vehículos acorazados empujando a la masa hacia la violencia. Carros lanza agua mojando a personas que solo iban caminando; los más impetuosos que se enojan y la emprenden contra los uniformes lanzándoles piedrazos. Es la violencia licita que genera una violencia que vista por los medios no tiene justificación. Yo la he visto tantas veces; para opinar de estas cosas no sirve de nada ver las noticias…hay que haber estado allí.
Allí seguiré estando, año tras año, mientras me sea posible…ya ni siquiera puedo escribir que estaré mientras me sostengan mis pies. No después de ver este día de marcha a una anciana junto a los suyos en su silla de ruedas enarbolando las banderas de sus luchas, a los compañeros ferroviarios con sus años y su cansancio apoyados en los brazos de sus retoños, a los niños y niñas que juntos van creciendo a las luchas de sus padres, a los mapuches atropellados como tantas veces. Aunque camine solo, seguiré estando, pues entre todos estos no resignados uno jamás podrá sentirse solo.

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