II S egún avanzaron los años y los siglos; según los hombres y las mujeres se atrevieron a pensar por sí mismos y el raciocinio develó los pobres argumentos de quienes defienden las distintas perspectivas de la fe, las religiones comenzaron a ser menos poderosas. Escribo menos porque como institución tan propia de las civilizaciones les sigue otorgando una incomprensible importancia a los dogmas. Poco importa en qué lugar del mundo, aquellas verdades de las que presumen quienes, disfrazados de ovejas, simulando su natural agresividad, continúan determinando el libre albedrío de los otros y las otras. Otorgo que cada vez son menos aquellos que conservan la fe de sus mayores, que ante los irrefutables argumentos de la ciencia es muy difícil mantener aquello que se cree o que conviene creer, pero no puedo evitar pensar en que la fe es un pilar que, aunque momentáneamente ignorado, permanece inalterable como sustento de la condición humana. III ...