Buster Keaton era, en la acción, lo que Charlie Chaplin era en la sensibilidad. Inexpresivo a la vez que plástico y casi irreal en lo que se refiere a los riesgos que corría con la finalidad de ofrecer una buena película. Esta miniserie inglesa que se puede encontrar como un documental, dividido en tres partes, busca honrar aquel increíble legado de risas basadas en situaciones lo mismo absurdas que peligrosas.
Keaton era un genio, un genio muy mal aprovechado cuando apenas comenzaba a repuntar una carrera que, de seguir creciendo, pudo haber puesto en serios aprietos al reinado de Chaplin en lo que respecta al cine mudo. A través de las casi tres horas de material expuesto pueden ser mucho mejor entendidas las malas decisiones, los problemas familiares y la tan mencionada dependencia del alcohol que suele ser señalada como la causa de la perdición de uno de los mejores creadores cinematográficos de todos los tiempos.
Desde su carrera infantil y hasta sus postreras apariciones en televisión, podemos presenciar toda una vida de aciertos y errores, las veleidades de ese cuchitril sobrevalorado que suele ser Hollywood y la decadencia de un modo de hacer humor que parece haber sido cada vez menos propenso a correr riesgos, en lo creativo más que en lo físico, por cierto. Tanto los admiradores de aquel personaje que en algunos lugares del mundo llamaban Pamplinas y en otras partes era conocido como Cara de palo por lo inexpresivo de su rostro a pesar de lo peligrosos acontecimientos en los que se veía envuelto este entrañable personaje que alegro a casi tantos como los que alegro su más famoso "rival en el área del cine mudo" y una oportunidad imperdible para quienes no sabían nada de él. Envidia es lo que siento por aquellas personas que puedan llegar a conocer, por primera vez, las películas de Buster Keaton a través de este documental. Más aún por aquellos que decidan ver esas películas de las cuales, después de verlas, uno guarda imágenes inolvidables para el resto de la vida.
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