En aquella casa no habían libros, los libros habitaban en mis sueños.
Leer
es algo que me apasiona; vengo leyendo desde hace muchos años. Apenas aprendí a
leer en la escuela, se volvió un hábito constante el llevar libros conmigo a
todas partes. La lectura me regaló vidas, la lectura me mantiene despierto;
abre para mí ventanas nuevas y renueva los viejos sueños.
Leo a veces para ser redescubierto por las
palabras y sus significados; me cuelgo al cuello las oraciones y llevo las
estrofas en los bolsillos de contrabando; desayuno la prosa y bebo la miel y el
café amargo de ciertos versos.
La lectura ha sido siempre para mí una
necesidad de primer orden y fue una compañera inclaudicable en mis años de
soledad. La lectura clandestina hizo de mí un bandido cómplice de la subversión
de incontables autores y ni el rigor de los intencionados olvidos, ni la
insípida musiquilla de los tiempos nuevos con sus nuevas instancias de
comunicación me priva de la emoción de descubrir de tanto en tanto un compañero
o una compañera nueva.
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