
Quiero escribir acerca de un
hombre que vino dos veces hasta mis cosas. Lo escuché hablar cuando era niño y
aunque reconocía en él algo especial no lo tenía en buena estima porque a veces
cuando hablaba lo hacía sobre Dios. Nunca me gustaron los hombres que hablaban
de Dios, no cuando veía mucha palabra y muy pocos actos. No era al parecer el
caso de este hombre; le siguió hablando de Dios a quien le quisiese escuchar,
aquella fue la primera vez que lo conocí. Con el inevitable paso del tiempo fui
encontrando certezas y comprendí que las cosas de este mundo no tienen por qué
estar lejanas de aquel sentimiento místico de que existe un ser superior.
Cuando niño no encontré espacio para la espiritualidad, muchas rabias y
decepciones marcaron mis madrugadas y mis noches, entonces solo podía creer en
las causas sociales desde la certeza de una convicción política.
La adolescencia me dio la
oportunidad de volver a encontrarlo, había continuado con sus historias, su
sencilla y grandiosa humanidad y como yo ya escribía versos, le conocí un sabor
nuevo a sus palabras; comprendí que Dios no tiene la culpa de lo que hacen los
hombres y que exista o no, siempre podrá hacer a quien conozca su nombre una
mejor persona. Me toco por entonces saber de cariño y admiración en torno mío y
entonces aprendí que nada tenía que ver la hipocresía religiosa con ese
sentimiento de bondad que a uno le embarga cuando cree en eso del amor al
prójimo. Además, como ya tenía bastante mejores las heridas del corazón, pude
reír y por medio de la risa me regalo este iluminado hombre una nueva certeza;
es decir que podía seguir estando enojados por las injusticias sin la torpeza
de fastidiarme a mí mismo con malos pensamientos.
Fue él y sus palabras, su canto y
su condición sabrosamente humana la que me convenció de creer en algo más que
en lo terrenal. Logró lo que ningún religioso hubiese logrado nunca, y lo logró
siendo tan humano e imperfecto como en un verdadero cristiano debe ser, por eso
lo aprecio y quiero nombrarlo en mis homenajes. Imagino que siendo conocido
como lo es desde hace muchos años le habrán realizado muchos homenajes, sin
embargo yo quiero aquí citarlo. Sé que ha andado un poco enfermo así que le
mando un abrazo de esos que no conocen de pasaportes pues cruzan las fronteras,
los prejuicios y las envidias para alojar en el corazón de los que viven en paz
consigo mismos, sin querer ni intentar demostrarle a nadie nada.
Sencillamente viviendo la vida se
puede dar gracias al creado. El amor es la única enseñanza que nos hace falta y
hay que ponerla ahora mismo en práctica.

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