
Creados en la antigüedad por los griegos como un canto físico a la belleza del hombre; cuerpos bellos guardando mentes bellas. Fueron polémicos por entonces, y lo han sido durante sus 112 años de existencia (los primeros juegos modernos se realizaron en Atenas en 1896) ya sea por causas políticas, sociales o culturales. Tal vez el hito al respecto lo marquen los juegos olímpicos de Berlín en 1936. un irrefutable ejemplo del criterio de estas competiciones. Se persigue y ocultan las minorias, desparecen por arte de magía los pobres, los gitanos,traficantes y mendigos de las calles. los niños que le sonríen al mundo no solo son bellos, también son amados y respetados como simbolo innegable de la pureza de espiritu que guía a los organizadores.
Al igual que con los mundiales de fútbol, en estas eventos todo es negocio; empresas multimillonarias facturando como ya es costumbre millones. Vendiendoles la mentira de que podemos competir en igualdad de condiciones con el solo fin de vender marcas que todos sienten como propias cuando la única nacionalidad que reconocen es la de los dolares. En un segundo plano naciones con delirios de grandeza disputándose una ambigua superioridad política más que física. El menosprecio por las naciones inferiores a las cuales se les invita para alimentarles el ego o simplemente para argumentar aquello de que estas son fiestas de la humanidad. Humanidad que cada vez muestra mayor carencias y que a veces adolece incluso de la satisfacción de necesidades básicas como lo son el agua y la luz eléctrica.
No es primera vez que con la banal excusa del amor a la humanidad que nos toca presenciar unos juegos olímpicos en tierras asoladas por intransigentes dictaduras. Ya había sucedido en el Moscú de 1980; o quizás en entornos claramente injustos con las demandas sociales, México 1968 por citar algo. O acaso alguién va a decirle algo al regimen chno con respecto al Tibet. (aunque ese es otro circo mediatico que no faltará el momento en que nos detengamos a irreflexionarlo).
Como ya es habitual: circo para los que quieran disfrutarlo, hoy más democrático que nunca gracias a los adelantos en las telecomunicaciones. Irreflexivos, fóbicos de la globalización y amargados varios, abstenerse. Hoy es relativamente sencillo, aunque no siempre baste con apagar el televisor


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