
Doña suspiros hablaba de Dios para justificar la mayoría de sus actos y sin embargo nunca terminó de creer en si misma; tal vez por eso siempre buscó llevarse bien con todos. Era gorda, no obesa, solo gorda y constantemente hacía mofa de si misma (tal vez para anticiparse a quienes de todas formas se burlarían de ella), recuerdo además que tenía una hermosa voz y que cantaba en el coro del pueblo.
Me llamaba la atención porque suelen decir que los gorditos son alegres y aunque ella hacía lo imposible por parecerlo, se notaba mucho que no lo era. La oíamos hablar de sus penas en el almacén, quejarse de manera no demasiado evidente de las pruebas que le había enviado Dios y de lo mucho que le faltaba el dinero. Ella siempre estaba dispuesta a tomar varios trabajos a la vez y le gustaba que todos en el pueblo la viéramos cargando bolsas y bolsas de cosas que según decía eran necesarias para sus importantes deberes, pues ella sí que era una trabajadora ejemplar. Su única debilidad tal vez era servir a tantos patrones.
Nos llamaba la atención que siempre conversaba con todos, quizás sentía que eso le daba derecho para hablar a su vez de todos. Acusaba a todo aquel que no creía en sus nobles causas de perseguirla. A nosotros, los imperfectos del pueblo nos hacía pensar más que rabiar doña Suspiros. Ella solía decir que Dios y la Virgen la amaban; sin embargo nunca la vimos orgullosa de las cruces con que cargaba. Ella tenía penas que yo no tengo derecho a exponer aquí. Solíamos pensar que era una manera que tenía Dios de mantenerla conectada a la tierra. Por que si no hubiese sido así; con lo arribista que era la gordita, fijo que hubiese terminado siendo la alcaldesa de nuestro pueblo.
Me llamaba la atención porque suelen decir que los gorditos son alegres y aunque ella hacía lo imposible por parecerlo, se notaba mucho que no lo era. La oíamos hablar de sus penas en el almacén, quejarse de manera no demasiado evidente de las pruebas que le había enviado Dios y de lo mucho que le faltaba el dinero. Ella siempre estaba dispuesta a tomar varios trabajos a la vez y le gustaba que todos en el pueblo la viéramos cargando bolsas y bolsas de cosas que según decía eran necesarias para sus importantes deberes, pues ella sí que era una trabajadora ejemplar. Su única debilidad tal vez era servir a tantos patrones.
Nos llamaba la atención que siempre conversaba con todos, quizás sentía que eso le daba derecho para hablar a su vez de todos. Acusaba a todo aquel que no creía en sus nobles causas de perseguirla. A nosotros, los imperfectos del pueblo nos hacía pensar más que rabiar doña Suspiros. Ella solía decir que Dios y la Virgen la amaban; sin embargo nunca la vimos orgullosa de las cruces con que cargaba. Ella tenía penas que yo no tengo derecho a exponer aquí. Solíamos pensar que era una manera que tenía Dios de mantenerla conectada a la tierra. Por que si no hubiese sido así; con lo arribista que era la gordita, fijo que hubiese terminado siendo la alcaldesa de nuestro pueblo.
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