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Víctor Jara


El cassett era negro; nunca lo voy a olvidar. Era uno de los tantos archivos que los niños de la resistencia llevábamos de aquí para allá, unas veces lo escuchamos, dicen que el que cantaba había sido asesinado por los milicos. Nosotros sentíamos rabia, rabia y miedo como sentíamos siempre que los grandes hablaban de los milicos. La voz en la cinta era una voz agradable, cercana y familiar, pero las letras, las letras decían, decían con una simpleza que solo puede ser dicha con simpleza…una guitarra, una canción acerca de un cigarrito. 

Los mayores cantando, algún puchito se encendía en homenaje al compañero muerto y nosotros tibiecitos por los recuerdos de los allí reunidos, abrigados por las notas y la poesía nos sentíamos parte de algo muy nuestro.

Nos aprendimos las canciones de Víctor Jara antes que las de cualquiera. Era un tesoro esa cinta. La copiábamos y la compartíamos en cuantos lugares nos era posible. La escuchábamos bajita porque era música prohibida, por alguna razón que entonces no comprendíamos pero que hoy comprendo muy bien, no se podían escuchar canciones así en las radios. Nuestros padres escuchaban algo a lo que llamaban nueva ola, nosotros nos juntábamos con los otros…con los que en Septiembre sentían una irremediable pena y la sanaban escuchando música como ésta.

Pena que quedó prendada en nuestras ropas, pena no resentimiento, el hombre que cantaba en la cinta negra decía cosas alegres, por lo tanto nosotros no lo sentíamos como un motivo de odio, era más bien una idea más cercana de la gente y la tierra que conocíamos, era otro modo del folclor…un folclor con mensajes que nos hacían pensar, pensar y amar la felicidad que tan abruptamente a nuestros mayores les habían arrebatado.

Hasta el día de hoy en que no es clandestino el escuchar sus canciones, que la juventud lo canta y lo rescata de la desmemoria de nuestros propios mayores sigo sintiéndome niño al escuchar a este director de teatro que sin proponérselo pasó a la historia por cantar. Cantaba como cantan los que trabajan de sol a sol. Era y es el icono del cantor popular seguro fruto de su delicada sensibilidad. Que fracaso aquel de aquellos que matándolo lo hicieron inmortal. Este es un homenaje que nunca me arrepentiré de hacer.

Esa voz, esa guitarra son para mí el más bello legado de aquella época…la de mis mayores y la de mi propia infancia. Después vendría para mi escaso conocimiento toda la nueva canción chilena, la grandiosa Violeta Parra y el vital canto latinoamericano. Lo primero fue Víctor Jara…aquello fue en Septiembre y a pesar de la pena que me seguirá siempre abordando, me brotan las palabras, amanecen mis más nobles pensamientos y mi amor por lo que caminamos, respiramos y vemos se hace cada vez más grande.

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