En 1992 escribía bastante más que Los versos del guerrillero; tenía varias hojas repletas de más sentimientos frustrados y declaraciones de desamor que poca o nada de cabida encontrarían entre las páginas de mi obra mayor. De andar triste, triste andaba siempre. Tenía la sensación de que no se habían cerrado adecuadamente los versos melancólicos tan propios de la adolescencia y por eso reincidí en mi afán de escribir un libro sobre la tristeza. Como no tenía ninguna intención de modificar Tristología; tuve que hacer una segunda parte a la que sin mayor devaneo ni derroche de ingenio llamé Nueva Tristología.
Este cuadernillo es bastante más pretencioso que el primero y me parece un poco más rescatable desde el aspecto artístico. Tiene algunos poemas que me parecen buenos y que daban claras señales de lo que escribiría después. También son muy claras las influencias de algunos libros que leí por entonces pero como todo lo escrito antes o después de estos versos, vergüenza es lo menos que me provocan; son más bien anotaciones de mi ir y venir por los variados caminos de la condición humana.
En 1995 consideré que ya no debía ni agregar ni quitar poemas a mi cuarto libro. Se convirtió sin yo proponérmelo en la bitácora de un amor que aunque grande no llegó a ser; un machacar de lo gris a falta de otros colores. Es increíble lo deprimido que puede estar un adolescente, lo sólo que se puede sentir a pesar de estar rodeado de tanta gente y como algo tan secreto como escribir puede mantenerlo en la senda de lo por venir. Me gusta haber sido adolescente y haber escrito poemas como los que están en este libro. Como escribió alguna vez Enrique Linh; porque escribí estoy vivo.
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