El liceo era para nosotros el futuro. Aprender algo para ganarse la vida, aprender a sobrevivir, sin tiempo para soñar. La vanidad y la banalidad servidas en un mismo plato, el maltrato por parte de los maltratados, resentimiento y frustraciones. El despertar de las primeras causas sociales, el primer paro y la primera toma para expulsar a un agente de la DINA disimulado como director. Los primeros compañeros de ideas y demandas, el amor que seguía siendo no correspondido. El amanecer con mujeres que jamás anochecerían. Profesores no siempre convencidos de lo que hacían. Mis primeros escritos, la innecesaria preparación para un vuelo que nunca dejaría de ser bajo. El termino de los silencios largos, los primeros amigos y amigas en ser dejados para poder recordarlos siempre así como eran...puros y desinteresados.
Las salas llenas de olores y anhelos. Poca luz y pocas herramientas; comprender que a partir de allí el camino no sería tan largo. Centro de alumnos, peñas y actos culturales. Sentarse en un rincón viendo pasar a la gente. Presenciar como las clases sociales en los talleres se seguían distanciando, esperar que las notas alcanzaran para una práctica medianamente decente y terminar de comprender que no a todos nos preparan igual. A muchos nos seguirían preparando solo para saber cómo mover los engranajes de un mañana que se supone a todos nos pertenece; pero no, la cosa no es tan así. Del esfuerzo y la perseverancia de cada uno dependía y seguirá dependiendo el mañana de cada uno de aquellos que no pueden pagar por sus estudios.
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