En realidad no recuerdo como se llama de verdad; alguna vez me lo dijo, pero no lo recuerdo. Pero dice que lo conocen como Merceo, le gusta contar que él canta rancheras, que enamora a las mujeres cuando quiere y donde quiere. Conoce y dice que lo conocen todas las gentes. Que creció en el pueblo pero ha estado en todas parte, ha realizado todos los trabajos y es dueño de unos zapatos rotos, una bicicleta roja y un sombrero que le quedo de cuando eran mejores los tiempos.
Me gusta porque nunca está triste, porque como perdió los dientes ríe con la cara, guiña pícaro un ojo cuando insinúa cosas que no se deben decir en voz alta y habla con todo aquel que pase por su paradero le miren o no le miren. Manda para la casa a los que andan muy tarde en la calle, cree que no hay como el hogar, pero se lo pasa en la calle. La muerte lo ha andado buscando pero no sabe dar con su dirección, y es que él se mueve para que la condenada no lo pille...todavía hay que tomar y comer alguna cosilla con los miles de amigos que recuerda o que tal vez imagina.
No conozco a nadie tan feliz; por eso siempre que puedo, me siento a su lado, conversamos de sus hijas, sus nietos y de las personas que se olvidaron que él está siempre sentado allí. Nunca ha dicho algo malo de alguien porque al parecer no sabe hacerlo. Hace rato que pudo irse, pero él eligió quedarse en ese paradero diciendo cosas para que creyeran que estaba loco cuando era por lejos el más claro en aquello de que se es feliz haciendo felices a los demás.
Comentarios
Publicar un comentario