En un comic's del Hombre Araña perteneciente a aquel evento tan famoso por estos meses llamado Civil War; el Capitán América (aquel personaje detestable y con rasgos tan fascista en sus orígenes) citando a Mark Twain; periodista, novelista y autor de obras de maravilloso humor a quien, nadie podría acusar de fascista, dice:
"En una república, ¿quién es el país?
¿Es el gobierno que de momento lleva las riendas? Pero el gobierno es sólo un sirviente temporal; no puede ser su prerrogativa determinar lo que está bien y lo que está malo, y decidir quién es un patriota y quién no. Su función es obedecer órdenes, no originarlas.
¿Quién, entonces, es "el país"? ¿Es la prensa? ¿Es el púlpito? Eso son sólo partes del país, no el conjunto; no tienen mando, sólo tienen su pequeña parte del mando.
En una monarquía, el rey y su familia son el país; en una república, es la voz común del pueblo. Cada uno de ustedes, por sí mismo, por sí mismo y por su propia responsabilidad, debe hablar.
Es una responsabilidad solemne y pesada, y que no se puede rechazar a la ligera por la intimidación del púlpito, la prensa, el gobierno o los lemas vacíos de los políticos.
Cada uno debe decidir por sí mismo qué está bien y qué está mal, y qué rumbo es patriótico y cuál no. No puedes eludir eso y ser un hombre.
Decidir contra tus convicciones es ser un traidor completo e inexcusable, tanto a ti como a tu país, aunque los hombres te etiqueten como quieran.
Si tú sólo entre toda tu nación decidieras de una forma y esa forma fuera la correcta según tu idea de lo que es correcto, habrás cumplido con tu obligación hacia tí mismo y tu país. Levanta la cabeza. No tienes nada de qué avergonzarte.
No importa lo que diga la prensa. No importa lo que digan los políticos o las masas. No importa si todo el país decide que algo malo es algo bueno.
Esta nación se fundó sobre un principio por encima de todos: la exigencia de que nos levantemos por lo que creemos, sin importar el riesgo o las consecuencias.
Cuando las masas y la prensa y el mundo entero te dicen que te muevas, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al río de la verdad y decirle al mundo entero... NO, MUÉVETE TÚ."
Es por eso que no me cierro a ningún tipo de arte. Reflexiones como estas nos invitan a comprender que casi siempre esperamos que sean otros los que arreglen los desguisados en que se han convertido las actuales repúblicas. Ya no son tiempos ni de romanticismos ni de utopías; pero el mundo en que nos movemos seguirá empezando y terminando en los actos que nos impulsen a vivir.
"En una república, ¿quién es el país?
¿Es el gobierno que de momento lleva las riendas? Pero el gobierno es sólo un sirviente temporal; no puede ser su prerrogativa determinar lo que está bien y lo que está malo, y decidir quién es un patriota y quién no. Su función es obedecer órdenes, no originarlas.
¿Quién, entonces, es "el país"? ¿Es la prensa? ¿Es el púlpito? Eso son sólo partes del país, no el conjunto; no tienen mando, sólo tienen su pequeña parte del mando.
En una monarquía, el rey y su familia son el país; en una república, es la voz común del pueblo. Cada uno de ustedes, por sí mismo, por sí mismo y por su propia responsabilidad, debe hablar.
Es una responsabilidad solemne y pesada, y que no se puede rechazar a la ligera por la intimidación del púlpito, la prensa, el gobierno o los lemas vacíos de los políticos.
Cada uno debe decidir por sí mismo qué está bien y qué está mal, y qué rumbo es patriótico y cuál no. No puedes eludir eso y ser un hombre.
Decidir contra tus convicciones es ser un traidor completo e inexcusable, tanto a ti como a tu país, aunque los hombres te etiqueten como quieran.
Si tú sólo entre toda tu nación decidieras de una forma y esa forma fuera la correcta según tu idea de lo que es correcto, habrás cumplido con tu obligación hacia tí mismo y tu país. Levanta la cabeza. No tienes nada de qué avergonzarte.
No importa lo que diga la prensa. No importa lo que digan los políticos o las masas. No importa si todo el país decide que algo malo es algo bueno.
Esta nación se fundó sobre un principio por encima de todos: la exigencia de que nos levantemos por lo que creemos, sin importar el riesgo o las consecuencias.
Cuando las masas y la prensa y el mundo entero te dicen que te muevas, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al río de la verdad y decirle al mundo entero... NO, MUÉVETE TÚ."
Es por eso que no me cierro a ningún tipo de arte. Reflexiones como estas nos invitan a comprender que casi siempre esperamos que sean otros los que arreglen los desguisados en que se han convertido las actuales repúblicas. Ya no son tiempos ni de romanticismos ni de utopías; pero el mundo en que nos movemos seguirá empezando y terminando en los actos que nos impulsen a vivir.
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