Escribí el octavo cuadernillo de poemas intentando comenzar también una nueva etapa. Me había enamorado, cuestionado y unido a una mujer maravillosa todo de una vez. Los amigos de antes ya no estaban y los que se habían quedado cerca habían cambiado tanto que ya no nos reconocíamos. Por aquellos años también estaba terminando estudios superiores en jornadas vespertinas y los sábados por la mañana. Tenía por vez primera la posibilidad de empezar una vida nueva a la par de lo que hacía un país que ocultaba bajo finas telas sus más dolientes heridas.
Se llama Así, sencillamente porque la pregunta era, en este nuevo tiempo, ¿quién soy yo? para responderla recurrí a papeles que sin saber por qué había conservado. Eran notas, mensajes o parabienes que distintas personas, todas muy importantes para mí, habían escrito en hojas de mis cuadernos. La posibilidad de amar y ser amado también determinaba las nuevas palabras por escribir; sin embargo, no tardé mucho en comprender que aunque un tanto más dulce, mi pensar deambulaba por los mismos parajes de antaño. Intenté retribuir en parte tanto cariño incluyendo varios poemas que nunca entregué a sus destinatarios y finalmente terminé reconociendo que aunque más tierno, mi pensar seguía siendo el mismo.
He conocido en mi andar la tierra a personas que fueron y son mucho de lo que soy; a ellos les debo más de lo que pueden imaginar, me adueñé de sus mejores actos, aprendí de memoria sus más secretos gestos, he incluso aprendí a decir con las palabras de ellos fue entonces que descubrí que nosotros somos repartidos en muchas partes, que tenemos derecho a cambiar siempre que sea para mejor. Se debe perseverar cuando las cosas están cuesta arriba, valorar las penas y las horas de silencio, la soledad a la que tantos le tienen tanto miedo; es solos y en silencio donde podremos escucharnos sin artificios.
Confieso que me he escuchado claramente, que necesito encontrar esas partes mías que andan por el mundo dando vueltas; recuperar los abrazos que no nos dimos, decirnos las palabras que nos daban miedo, alegrarnos de saber que se puede vivir detrás de los sueños y tener la certeza de que aunque los tiempos cambian, las personas dejen de ser personas para ser grupos y las redes sociales no hagan más que alimentar el ego de los antisociales; así, imperfectos estamos todavía; buscándonos, sorprendiéndonos como siempre de no ser mejores ni peores, solo ser nosotros. Nosotros que inevitablemente y a pesar de los enormes afectos vividos, siempre estamos solos.
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