
Las Aventuras de Tom Sawyer, El Príncipe y El Mendigo y Las Aventuras de Huckleberry Finn entre los más famosos; pero tiene tanto en lo que quedarse y volver llevándole la contra a los años y a la manera de pensar que nos abruma cuando llega eso que llaman madurez. Reír, fascinarse ante la sorpresa que le produjeron sus innumerables viajes por el mundo, su forma de contar anécdotas y describir personas y personajes que aún podemos encontrar cuando nos atrevemos a caminar un poco más lejos de las fronteras que nos autodeterminamos.
Su obra como cuentista, periodista y agudo observador social es tan amena como vigente. Obras como Un yanqui en la corte del rey Arturo, Cartas desde la Tierra, El bobo Wilson, La celebre rana saltarina y otros cuentos o Diario de Adán y Eva pueden y de hecho, tratan temas tan serios como lo son el imperialismo, la soberbia humana, la esclavitud o el arribismo de manera que haciéndonos reír, nos envuelve y nos devuelve al niño que podía comprender las cosas serias de una manera muy ajena a los prejuicios.
Volver a leer estos libros es un boleto eterno para viajar no solo por las orillas de cierto río al norte del mundo, sino que también una abierta invitación a explorar el extraño proceder humano sin tener que arrugar la frente necesariamente. Reírse de lo serio puede que no sea tan valido como enfrentarlo a través de ilustrados discursos y arengas; pero no cabe duda que hace mucho mejor al espíritu y el animo de aquel que pretenda seguir siendo leído o escuchado incluso muchos años después de haber escrito o hablado.
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