Cuando me di la oportunidad de ser quien quería ser y no aquel por entonces era, descubrí en la biblioteca pública de aquella comuna en que había crecido el libro Canciones de un cierto poeta español vilmente asesinado por los fascistas. Otro, otro que al igual que tantos otros cuando sentir está prohibido, como junco quebrado, también en tierra incierta fue dejado. Por entonces yo no sabía de García Lorca más que la sombría tragedia de una mujer llamada Bernarda, que con cinco hijas, una madre y dos sirvientas a cuestas vive los penares de una sociedad pacata y marchitada por esto y lo otro que por ahora no viene al caso. Resultó ser que el dramaturgo fue uno de los más grandes de la poesía universal y aquello por su apego a la naturaleza humana y vegetal, el cariño por los animalillos que ocultos hacen su paso postergado.
En el libro Antología Poética de la colección Poetas Hispanoamericanos de ayer y de hoy perteneciente a la editorial Losada puede ser hallada una de las más certeras selección de poemas dispersos entre las obras de tan significativo creador. Inconforme y atormentado, como no pocos de nosotros, por la indolencia, la desidia y el egoísmo de aquellos y aquellas que creen que amar es señal de debilidad, que el suelo que se pisa, el anhelo en que se deposita la esperanza nos hacen distintos a unos de otros. Estos versos se leen sin dificultad alguna, como crónicas de los extraviados tanto en su dolor como en su fascinación ante las insignificantes cosas que no han aprendido todavía cómo ver aquellos y aquellas que no conocen aun otro valor que no sea el que el dinero le otorga a las cosas.
Quién sabe si los mejores poemas, eso depende de quién lee, pero no cabe duda que una sensible selección de once libros de poemas y siete obras de teatro. Leyéndolos me vuelvo a ver lejano del hombre y muy cercano al niño que tenía miedo de no ser nunca por nadie querido. Oculto tras un silencio que se descordaba así mismo en tardes grises. Veo los ojos inmensos de no ser el único que tontamente se había enamorado de la luna. Leyéndolos vuelvo a sentir que la aspereza de ciertas frases que no encuentran luz ni dulzura alguna, pasado el tiempo que deba pasar, germinan aunque sea en otras vidas.
Un poeta necesario; referente y guía para la poesía toda de hispano-américa tras la tragedia, el dolor, tras la ignorante represión de aquellos que por ser muchos se han convencido así mismos que están en lo correcto. Mucho más que el folclor de los gitanos, la poesía de niños que sonríen ante el lagarto y su señora lagarta con delantales blancos...una sensibilidad guardada entre hojas que de ningún modo han de ser blancas. No si la sangre, las lágrimas y la pasión las tiñen de aquella indecorosa humanidad que condenan aquellos que nunca aprendieron a amar.
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