De tanto en tanto; preferentemente cada cambio de estación del año, me gusta sacar todos los libros que se han ido juntando en la única biblioteca que me puedo permitir. Un espacio habilitado en la parte de abajo de un escritorio muy lindo que mi hermana mayor una vez me regaló. Seguro que ella cree que hace muchos años que no lo uso. Que en alguno de los lugares donde anduve quedo abandonado debido a mi intención de no llevar conmigo peso innesesario. El hecho es que aún lo conservo. Aún guardo libros que voy a leer, algunos que ya leí y otros que, también de tanto en tanto, voy sacando para poner otros y no incurrir en aquello de conservar más de lo que necesito.
Es muy emocionante para mí quitarles el polvo, hojearlos nuevamente uno por uno y recordar lel momento o la razón por la cual todavía lo conservo. Limpio y hojeo libros muy antiguos, clasicos y ediciones de los mejor vendidos. Más de alguna lectura sorpresiva y no pocos libros que siguen siendo lecturas pendientes. Pequeñas torres de volumenes que me rodean mientras paso horas sentado en el suelo recordando lo que fue y soñando con lo que será en materia de lecturas. Torres que tendrán una existencia de paso pues una vez desempolvados y hojeados vonverán, como corresponde, al lugar de donde fueron sacados.
El orden en que los vuelvo a poner en el espacio debajo del escritorio nunca es el mismo. Los libros que sacó o agrego naturalmente hacen variar el espacio que tengo para guardar libros y aquel es otro memorable momento ya que debo arreglarmelas para no exceder de manera alguna el espacio destinado a guardar los libros que me acompañaran hasta la próxima estación del año. Tengo que confesar que junto al lado de la cama en la que duermo también hay siempre libros; pero esos son, ni quien lo dude, libros apilados. Mi bibliotrca personal siempre fue y será la que está debajo de aquel escritorio que me regalo mi hermana y que ella no sabe que conservo.
En en escritorio que guarda los libros en su parte baja hay dos cajones donde guardo cartas, papeles, calendarios, marcadores de libros y otros cachibaches que me propongo algún día botar de una vez. Hay una repisa con discos y un computador en donde alguna vez hubo una máquina de escribir. En ese computador paso en limpio las cosas que escribo y que me parecen menos malas si estamos hablando de compartirlas con alguien que no sea yo mismo recordando aquello que fue y soñando con aquello que podría ser. Imagino que mi hermana jamás podrá imaginar lo que significó su regalo. Mi hermana y yo hablamos muy poco, casi no nos vemos. Detalles y objetos que nos acompañan a lo largo del tiempo son los que mejor pueden explicar el cariño cuando se trata de hablar de ser hermanos..
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