No voy a intentar siquiera enseñarles a escribir. Escribir es una necesidad que ustedes solos descubrirán como se descubre un día que podemos decir las palabras, ustedes descubrirán que pueden escribir también todo aquello que sienten.
Escribir es como sentir en las hojas, es la esquela que termina por ser una noble amiga dispuesta siempre a contener nuestras emociones.
Deben creer en ustedes mismos como creerían en el mejor de los escritores, sentir con humildad y honradez, intentar con cada escrito reflejar el secreto mundo al cual quieren invitar a sus lectores. Nadie sabrá jamás lo que ustedes no quieran contar; pero también es importante saber que tampoco nadie entenderá lo que ustedes no sepan contar.
es verdad, no pretendemos crear obras de arte, pero es muy importante entender que cada línea que ustedes escriban debe decir y sobre todo decirles algo a ustedes. No escriban para darle en el gusto a los demás, escriban para ustedes mismos, para poner contento a su propio corazón. Si terminan un cuento, una crónica o un poema, recuerden que lo más importante es que a ustedes mismos les de alegría el haberlo terminado, no por lo que a veces cuesta, sino por la satisfacción del deseo cumplido.
No hay más secreto. Los verdaderos escritores hacen de su necesidad de escribir una hermosa costumbre. Costumbre de amar por medio de las palabras, costumbre de soñar con lo imposible, sin darse jamás por vencidos, la maravillosa costumbre de volverlo a intentar cada vez que algún escrito no nos resulte, con perseverancia y sobre todo, con mucha fe en que con lo que escribimos avanzamos cada vez un poco más en la hermosa tarea de mostrar lo que sentimos a quienes nos rodean.
(Carta de bienvenida a mis alumnos del Taller de Literatura años 2000 al 2003)
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