
En la entrada anterior lo dejaba entrever, hay en la calle un mundo de personas que no notamos; puede ser que la mugre, el mal olor, el miedo lo notemos, pero definitivamente, muy pocas veces notamos a las personas.
En la calle hay personas que fueron botadas a la basura por otras personas. Las botaron por medio del desprecio, de la injusticia y el mal agradecimiento. Muchas de estas personas fueron un día hermanos, padres o hijos sin embargo hoy solo son los viejos de la calle esa curiosa fauna que muy pocos comprenden. Son motivo de la compasión de modernos samaritanos y del desprecio de los que quisieran ver las calles de la ciudad de una vez por todas limpias.
Cuando me propuse incluir homenajes en este blog claramente estaba pensando en homenajear a mis influencias, y estos viejos de la calle aportaron mucho a lo que soy. Con ellos aprendí que se toma vino para ahogar las penas y para refrescar las alegrías, que el mejor día para vivir es el hoy y que todo lo que tenemos se queda aquí en la tierra.
A veces son sabios improvisados , a veces son borrachos sin remedio. Algunos de ellos no esperan más de lo que dan y hay entre ellos tantos hombres como mujeres sin más fin que ser feliz. Muchos han huido de inimaginables expresiones del encierro, otros todavía esperan ver a alguien de su familia que se acuerde que están botados y lo venga a buscar.
Sufren hambre, sufren frío, y puede que sufran a veces de una inexplicable soledad, pero hay algo de lo que definitivamente no sufren y es del encierro a que nos somente el amor por las cosas, los compromisos legales y uno que otra cadena no reconocida.
que bien, acostumbraba a ir a jugar ajedrez a la plaza de armas y de pronto veía a los típicos viejitos en esas bancas, le daban comida a las palomas y veían a la gente pasar, no se que estaban esperando... un día como cualkier otro yo me encontraba por ese circulo de pensadores y vi al mismo viejito desaliñado solo en una mesita, acababa de derrotar a un tipo alto y bien vestido, luego de eso grito "siguiente!!" yo no la pensé dos veces y me senté frente a él, lo vi, el no me miró, puso las piezas, olía pésimo y tenía solo la mitad de una manga... jugamos y me dio una paliza que nunca olvide, yo lo volví a ver sorprendido por su capacidad, el ni me pescaba solo amontonaba las piezas que me había comido en los pocos movimientos, me pare incomodo y cuando le quise decir algo el me mira y dice: "siguiente!" .... ahí estaba po, esperaba al siguiente.
ResponderEliminarGracias Gabriel por compartir...y por todo lo demás, también.
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