Quiero dar inicio a esta nueva etiqueta con un texto que encontré pegado en una puerta. Durante mucho tiempo no quise averiguar a quién pertenecia; prefería reflexionar a cerca de cada uno de sus versos, pero hace algunos días hubo que pintar la puerta y quitar la hoja con el poema; tras aquella puerta vivieron los sueños de una adolescente seguramente maravillosa (algo nos tiene que haber querido decir a los nuevos moradores de la que había sido su casa dejando pegado el papel en la puerta), y en ese mismo cuarto yo ubique mis libros y el computador en que escribo cada semana este blog. No es casual, hay personas que sienten el deber para con el otro con la naturalidad que se siente la pertenencia a una familia que anda desparramada por el mundo.
En eso pienso en este instante, en que hay textos y pensamientos que se deben compartir. Ojalá tú que lees te animes a comentarlos (recuerda, se trata de compartir).
Este poema fue escrito por José Agustin Goytisolo, un poeta español que nació en 1928 y murió tragicamente en 1999, pero te pertenece a tí, a mí, a los y las adolescentes con inquietudes sociales y cualquiera que haya sentido alguna vez el latido de su corazón.
En eso pienso en este instante, en que hay textos y pensamientos que se deben compartir. Ojalá tú que lees te animes a comentarlos (recuerda, se trata de compartir).
Este poema fue escrito por José Agustin Goytisolo, un poeta español que nació en 1928 y murió tragicamente en 1999, pero te pertenece a tí, a mí, a los y las adolescentes con inquietudes sociales y cualquiera que haya sentido alguna vez el latido de su corazón.
En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar la libertad.
Ignoro dónde vive,
qué lengua habla,
de qué color tiene la piel,
cómo se llama,
pero en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar a sus amigos.
¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado,
existe en algún sitio.
¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
Comentarios
Publicar un comentario