A Mariana, detrás de la ventana
Afuera todo es distinto...la gente ríe, van de aquí para allá, entran y salen apresuradamente en los almacenes. Festejan, viven o sobreviven como sea; encienden luces en sus miradas y en las casas cuando cae la noche. Abrazan a sus hijos y velan por que sus niñas no tengan esto que nos rompe los sueños desde el vientre y que se arrastra lento hacia el alma.
El aire lo ventila todo y la humedad no permanece, el olor a vino barato no se queda pegado en las paredes ni la piel enronchada por los azotes que fueron injustos. No perduran los golpes en la cara que no acaban con la frustración de quien en todo tiempo y lugar no ha sabido ofrendarle a su familia más que decepciones.
Las hermanas menores están mejor protegidas; la esperanza haciendo malabares se abre camino. El mañana es mejor, no cabe duda, porque llegara un día en que nos asomemos a la ventana y nos veamos allá lejos. Entonces nos acordaremos de cuando éramos frágiles y creíamos que esto nunca acabaría. Llegará un día en que nos miremos desde la ventana contentas de ser madres, de saber que es difícil, pero se puede dar amor a cambio de cada tristeza que nos regalaron sin que las pidiéramos.
Desde la ventana se pueden ver tantas cosas que nos depara el mañana. Por entre las cortinas, a través de los barrotes que a veces son más gruesos que invisibles. Se puede colar el viento que hace cariñito en los mismos lugares donde cayeron los golpes que no terminaban nunca de caer. Se escuchan a veces las risas de los niños que corren y juegan como niños. Tarda, pero llega la certeza de que cuando seamos grandes no maltrataremos a nuestros hijos e hijas, aunque nos nazcan inútiles como nacimos nosotras.
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