Me llamaba la atención que un libro reuniera las cartas que Albert Eistein había recibido por parte de niños de distintos lugares del mundo entre los años 1929 y 1954. Me parecía fascinante la portada que mostraba una llamativa foto color sepia del maestro donde resaltaban (truco fotográfico de por medio) unas enormes pantuflas color calipso. Y sin embargo tras leerlo más de algo me faltó.
Puede ser que al igual que los niños que escribieron, esperara más respuestas. Puede también que no me agradará la evidente manipulación de algunos adultos de aquel tiempo y que tal vez no me pareciera el epistolario ni siquiera remotamente cercano a lo que esperaba leer. Todo esto sin embargo nada tiene que ver con mi valoración final de este libro.
Reconozco una indisimulada fascinación con respecto a la vida de este icono del siglo recién pasado. Me hace reír la simpleza de la que solo se pueden jactar los que realmente son grandes. Su tragicómica teoría de la relatividad que permitió crear la bomba atómica que en vida tanta vergüenza le causó. Me gusta que haya sido un mal estudiante de matemáticas y que haya dejado espacio a los misterios tan necesarios.
Y el libro; entretenido; jamás tan interesante como presumen sus editores, bonito, como para leerlo cada cierto tiempo, llamativamente diseñado y muy aplicado en la entrega de datos biográficos y fotográficos. Un muy buen regalo no cabe duda.
Puede ser que al igual que los niños que escribieron, esperara más respuestas. Puede también que no me agradará la evidente manipulación de algunos adultos de aquel tiempo y que tal vez no me pareciera el epistolario ni siquiera remotamente cercano a lo que esperaba leer. Todo esto sin embargo nada tiene que ver con mi valoración final de este libro.
Reconozco una indisimulada fascinación con respecto a la vida de este icono del siglo recién pasado. Me hace reír la simpleza de la que solo se pueden jactar los que realmente son grandes. Su tragicómica teoría de la relatividad que permitió crear la bomba atómica que en vida tanta vergüenza le causó. Me gusta que haya sido un mal estudiante de matemáticas y que haya dejado espacio a los misterios tan necesarios.
Y el libro; entretenido; jamás tan interesante como presumen sus editores, bonito, como para leerlo cada cierto tiempo, llamativamente diseñado y muy aplicado en la entrega de datos biográficos y fotográficos. Un muy buen regalo no cabe duda.
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