La misma historia contada tantas veces. Existe el
derecho a manifestarse y existe el deber de reprimir. Manifestarse en la medida
que no cambien mucho las cosas, reprimir incluso cuando quienes marchan lo
hacen en paz.
Lo vi tantas veces, lo vi hasta que me
cansé. Sentí la emoción de ver las calles inundadas de colores, de cantos y
banderas; viví la inexplicable felicidad del que ya no se da cuenta de que no
estaba tan equivocado. Me enternecí con los abuelos y los niños que más bellos
que cualquiera manifestaban más allá de los carteles y las
palabras. Vi a los represores agazapados en las esquinas; con el
miedo dibujado en los ojos, ignorantes de todo y obedientes de también del
miedo de otros represores mayores que no corrieron nunca ningún riesgo.
Recordaré siempre como lanzaban agua
inmunda a las mujeres y los niños desde sus torpes elefantes mecánicos,
como desgarraban el aire que los hombres respiraban con gases que de puro
insolentes no discriminaban a culpables de inocentes. Como trataron siempre de
emboscar a las columnas de gente, como incluso a veces se infiltraban con
capuchas ocultando sus rostros para alborotar y desvirtuar cualquiera que fuera
el mensaje.
También reconoceré siempre a los que
crecieron amagados en sus odios y sus resentimientos; a esa ralea de incapaces
de expresar por medio que no fuera la violencia que les otorgó razones y
sentidos equivocados. Reconoceré a aquellos que de tanto pelear acabaron pareciéndose
a aquellos que siempre consideraron sus enemigos al cubrirse la cara para
acabar con todo aquello que nunca alcanzaran.

La misma historia en cada marcha y cada
día. Masas deformadas por noticias editadas con el riguroso fin de mantener las
cosas como están, es decir, pensar pero tan solo lo que está permitido pensar y
las masas dejándose embaucar porque es más fácil creer lo que dice la
televisión que salir a las calles a manifestar que ya están hartos de que se
rían en sus caras.
Ellos, los de la masa, miran para el lado
como si los problemas que tienen todos no fueran problemas de ellos y miran el
circo que la televisión les ofrece y compran barato y en letras los bienes que
a otros les sobran y que ellos si pueden tener siempre y cuando las cosas sigan
siendo como son.
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