Ahora que una vez más se puede ver por televisión a los soldados marchando, los uniformes planchados y el calzado brillante como la noche de los que todavía piensan que son necesarios los ejércitos. Una mujer humilde recuerda a su padre quién hace muy poco murió. Recuerda que era su tradición, su día especial en esta fecha mirar el desfile de comienzo a fin; siente no estar con él este nuevo año, ya no lo verán nunca más juntos pero tiene la certeza de que la tradición no morirá pues ella ha que ha sido madre hace poco está decidida a continuarla de ahora en adelante con su hijo.
Nunca he podido comprender la fascinación de la gente pobre por los soldados. No pocos sociólogos plantean que el secreto está en el estatus, en ser alguien...parecido a ser futbolista pero en dimensiones distintas. No son pocos los que esperan estos desfiles año a año. Muestra de un poderío bélico disimulado (sería un terrible error presumir todo el arsenal de guerra de un país) Dicen que se ve todo muy bonito; es decir atrae el orden y la disciplina tan propias de la cultura totalitarista.
Sienten orgullo de sus ejércitos los capitalistas y también los comunistas, los cristianos amaron a sus cruzados y los musulmanes alaban a sus mártires; al auto proclamado primer emperador al morir le ofrecieron un ejercito de terracota...y yo sigo sin comprender. Para obras de recuperación bastaría con el ejercito de salvación, pero no, tenemos que tener ejércitos preparados para la guerra. Dice aún en nuestra memoria el viejo campesino Tarahumara, aquel con que Cabral Conversó que si las armas fueran necesarias, hubiéramos nacido con ellas.
Soy uno de tantos que creen que la guerra fue, es y será una mala idea...es por eso que no me emocionará nunca ver marchar las armas y los vehículos que en caso de diferencias aplastaran al que piense diferente.
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