No soy muy asiduo a ver televisión (muchos ya lo deben saber) sin embargo, aveces algo me llama la atención. Lo último que me maravilló y me mantuvo más que interesado a lo largo de seis episodios fue el programa La Historia de Dios del canal National Geographic Channel. Conducido por el carismático actor Morgan Freeman nos lleva a lo largo de temáticas relacionadas con la existencia de un ser superior: la vida tras la muerte, el pecado y el apocalipsis por nombrar algunos asuntillos no menores. No es necesariamente material para creyentes, es más bien una sana revisión a nuestra condición humana, una búsqueda de aquello que nos intriga y nos asusta. Una regresión a la raíz de las religiones mucho más atrás de sus recientes nombres. Un recorrido a lo extenso de nuestras semejanzas. Dios tiene tantos nombres como preguntas tienen los seres pensantes; es sorprendente enterarse de que en el Vaticano hay astrónomos, de que las tres principales religiones del occidente conviven en un territorio que para las tres es un territorio sagrado y sobre todo; enriquecedor asistir a visiones y costumbres muy alejadas a lo que estamos habituados por vivencias e historias.
Tras cada uno de los episodios queda mucho sobre lo cuál pensar; el anfitrión no emite juicios; más bien entrega evidencias, comparte profundas reflexiones brotadas al la luz de sus encuentros con personas más que espirituales. No es casual que el programa sea emitido por uno de aquellos canales de divulgación científica de la televisión de paga. Sí no tienen posibilidad de encontrarse con una de las repeticiones del programa en el cable, pueden ver algunos de los capítulos en Internet; repito que reflexionar acerca de nuestra esencia como seres espirituales y pensantes no está vedado a ningún tipo de intelecto. Cultivar el espíritu es tan necesario como alimentar el intelecto.
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