Ahora que las cantantes jóvenes de nuestros maltratados países han decidido tomar el toro por las astas y no avergonzarse de usar la guitarra, cantar lo que el alma siente; es más que necesaria una visita al inicio de algunos de estos cantos. Detengámosnos por ejemplo en el año 1961; en un disco en que aparecía una mujer que ningún empacho tenía en aparecer vestida como hombre en la carátula de su disco; una mujer que cantaba las canciones que normalmente cantaban los hombres y que no era, que duda cabe, una mujer cualquiera. Estoy escribiendo sobre Chavela Vargas quien junto al Cuarteto Lara Foster nos entrega canciones desde el alma de lo que hoy algunos piensan es cosa nueva.
Mucho reconocimiento tiene hoy esta interprete mexicana y en este; su primer disco ya podemos sentir algunas de sus más bellas interpretaciones. No volveré, La llorona, Un mundo raro y Paloma negra, junto a otras ocho composiciones íntimas y maravillosas nos entregan un adelanto muy claro de lo que la artista significaría en los años futuros para exponentes de modos del arte incluso apartados del cantar.
Parte importante de la historia de la música hispanoamericana, este disco se oye hoy con la frescura que da una interpretación sin mayores pretensiones; Chavela Vargas ni en este ni en sus discos futuros necesitó de mariachis ni de gritos destemplados para herirnos el alma...siempre y cuando alguna vez hayamos amado como insinúa una de sus más famosas canciones. Vivimos tiempos en que es menos vergonzoso escribir, decir o cantar lo que sentimos y en justicia, debemos acordarnos siempre de quienes se atrevieron primero. Este es un disco de días de las madres, de catorce de febrero y de cualquier día en que no tengamos vergüenza de amar o de habernos enamorado.
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