También hace cincuenta años mataron al hombre con sus actos; pero no pudieron matar sus ideas. Las ideas del hombre hicieron un largo camino hasta llegar hasta otros hombres y otras mujeres que quisieron ser solo uno a través de sus propios actos. La necesidad de ser en valles, campos, ciudades y montañas intentando acelerar lo que hoy parece no quiere llegar jamás.
Muchos hombres han manoseado el noble ejemplo de aquel que murió sus convicciones persiguiendo, pero también otros murieron guiados por un ejemplo que no resiste ser ridiculizado; los tiempos cambian y lo que ayer a muchos pareció verdad hoy a muchos más les parece locura. En días como este pienso que la locura ha sido muy infravalorada.
Porque si despreciar el poder, ir a los cerros, perderse en la humedad y los desgarros que trajo consigo de nuevo el asma en un suelo que se sentía hermano es estar loco; pretender que otros entiendan lo que a ratos nos hacen creer que es inentendible un despropósito; necesitaremos más locuras como esas para construir el futuro.
De este hombre y su fracaso se ha hablado y escrito mucho. De su imagen se ha hecho otro objeto de consumo; al hombre y a la imagen les han despojado del mensaje y es así como les ha llegado a los que en sus escasos conocimientos coleccionan iconos que dicen poco cuando no dicen nada. Pero el silencio de este hombre dice todavía mucho.
Dice porque hay todavía muchos que no se dejan separar por los vacíos discursos patrióticos, muchos que se reconocen conmovidos por el dolor de otros suelos y si bien es cierto son otros días, otros años y otros tiempos; las ideas son tan actuales como lo fueron siempre, porque a las ideas no se les puede matar; ellas saben encontrar el camino cuando quien las tuvo entrego todo por ellas.
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