Algo que no comprendo del todo es el por qué perder el tiempo debatiendo acerca de cuál es el partido político que mejor representa a las mayorías si cada vez es más evidente que no son precisamente los políticos los que mandan. Perdonen todos aquellos que todavía piensan que porque les permiten hacer una raya en un papelito cambian el destino de sus propios pueblos chicos; pero no elegimos nada, la democracia es solo un placebo; la estabilidad y el orden son lo que se busca y cuando el juego está validado, aunque sea por una minoría, entran con todo los que realmente mandan.
Los que realmente mandan son los que traen el dinero que hace que los monitos bailen; no importa el color de sus banderas ni la lírica de sus ideas siempre y cuando permitan que su dinero les permita quedarse con nuestros bienes, con nuestros recursos y con nuestro futuro. Está más que probado que la cosa funciona de lo más bien así; es decir, los que tienen bienes materiales inevitablemente se volverán altruistas porque no necesitan robar lo que ya tienen, eso para aquellos que no han oído nunca decir que la codicia no tiene fondo, porque los bancos seguirán aún por mucho tiempo prestándole dinero a quien ya tiene dinero y las farmacias poniendo en oferta pastillitas de miel y limonadas en polvo mientras que millones de personas honradas al no tener nada material que ofrecer seguirán destinados a la pobreza o muriendo por no poder pagar remedios que de ningún modo estarán alguna vez en oferta.
Son los que realmente mandan quienes determinan hasta dónde conviene que piensen los que piensan; informan con el secreto anhelo de desinformar o cuando menos central la atención en aquellos temas que son los menos complejos. Aunque para ser honestos, a la mayoría de las personas poco o nada estas disyuntivas les interesan. Es por eso que la televisión pública es tan mala no importando el rincón de este pueblo chico del que estemos hablando. Dicen los que escriben los libretos de lo que debe ser tendencia que la televisión tan solo entrega lo que la gente quiere ver y es allí que van las marcas con las que soñamos o salibamos desde siempre, las transnacionales que no se cansan de intentar convencernos que nacieron para ayudarnos, que nosotros somos lo más importante para ellos; y lo peor es que hay quienes les creemos y les financiamos el poder seguir existiendo.
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