Anteriormente; comentando un documental del canal History, escribí algunas de mis impresiones acerca del recientemente fallecido Stan Lee. Por razones obvias (es un nombre que siempre ha vendido mucho) es mucho lo que en todas partes podrán ver y leer. También podrán ver y leer homenajes muy sinceros a un hombre que entendía muy bien como enseñarnos a mantener vivo el niño que todos llevamos dentro.
Sus historias originales siempre me han parecido sorprendentes; las tramas que fue creando para los superhéroes que genios de otra índole fueron dibujando son a todas luces adelantadas a su tiempo y aparecen tan sorprendentes como vigentes. Disfruto cada cierto tiempo de los infortunios que aquejan a Peter Parker, la impotencia de Bruce Banner o la ineludible soledad de Tony Star en aquellas historias que fueron concebidas durante la década de los sesentas.
Época en la que había que ser muy atrevido o muy genio para que en los kioskos cualquier niño pudiese tener acceso a coloridas fábulas sobre el racismo (X men), la familia (4 Fantásticos), la ecología (Silver Surfer). Aquellas abundantes ideas fueron comercialmente muy aprovechadas en aquella época y son comercialmente explotadas en esta época; hacen millonarios a muy pocos, pero no cabe duda que entretienen y a veces le dan "algo" en qué pensar a muchos. Hace bastante tiempo que está claro que los cómics pueden ser bastante más que evasión para descerebrados.
La editorial Salvat ha puesto al alcance de los lectores hispanoamericanos un tomo dedicado a aquellas primeras historias de las que hago referencia y las quiero comentar en esta semana en que será inevitable nos saber quien era Stan Lee; un genio del noveno arte que como cualquier hijo de vecino sucumbió por muchos años a las mieles de la vanidad y ya en edad madura se detuvo un momento para glorificar a aquellos genios menos visibles que crearon a su lado. Esta entrada además de el comentario de un libro que me conecta con la infancia que nunca tuve, pretende homenajear a Jack Kirby, Steve Ditko, Larry Lieber y a Don Heck que dibujaron y mejoraron con absoluta claridad las maravillas que Stan Lee concebía en su mente. No creo para nada que al rey de los cameos le moleste en absoluto. Pocos como él llegan a comprender que el gran valor de los seres humanos se encuentra en encontrar la paz con sus orígenes.
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