Una marea humana, como hace tiempo no se veía, cubrió la principal
avenida de esta estresada ciudad donde tantos sueños sucumben. Una marea
rebelde, alegre, pletórica de un regocijo bastante ajeno al resentimiento con
que cotidianamente estas causas se relacionan.
Caminaron por la avenida
mujeres de fuego, mujeres de nieve, mujeres en blanco y negro, mujeres de un
millón de colores. La música caminó con ellas, la luz que iluminaba los rostros
que desde las aceras prendían testigos de tan grande maravilla. Caminaban
algunos hombres entre ellas; ni más ni menos hombres por ello. Tanto ellas como
ellos, claros en la conciencia de que pueden ser el inicio de un nuevo tiempo.
Un tiempo donde seamos personas, no hombres o mujeres; un tiempo en donde
nuestras hijas crezcan sabiendo que los prototipos son un invento y que,
divididos, perdemos.
El camino ha sido y seguirá
siendo muy largo mientras prime la cultura de las divisiones. Mientras sean
entendidas las urgentes conversaciones con el vulgar revanchismo, con simple
nivelado de una balanza que se sigue equilibrando hacia uno solo de los lados.
Para que gane unas no es preciso barrer con los otros; lo femenino nos
enriquece, completa una visión de mundo que hasta hace poco se vislumbraba de
manera defectuosa. Ya no existe miedo que sea capaz de silenciar a las mil
veces silenciadas...pero los medios de comunicación, los centros de estudios,
los juzgados y todo cuanto podemos ver o dejar de ver sigue estando
principalmente en manos de unos y desmedro de las otras.
Para triunfar, lo femenino no precisa igualarse a lo masculino. Todos los pasos que se han de dar en este camino han de ser pasos que nos definan una vez más como personas que necesitan de otras personas para poder ser. Seguiremos siendo un compendio de lo que fueron una mujer y un hombre, pero tenemos la oportunidad de hacerlo mejor. Tenemos la oportunidad de acostumbrarnos a que, a igual trabajo igual sueldo, no es solo una frase sin futuro, a acostumbrarnos que nadie es la media mitad de nadie, sino que todos somos enteros. Enteros que se necesitan para construir ese mañana mejor del que porfiadamente los actos de odio nos suelen alejar. El camino que se inicia desde aquí ha de ser un camino en el que seamos capaces de separar las espinas de las rosas. Un camino que, a pesar de los anteriores caminos que fracasaron, sea un camino del que todas y todos salgamos siendo, incuestionablemente, mejores personas.
Comentarios
Publicar un comentario