En el contexto de las muchas películas que de un tiempo a esta parte viene produciendo la industria del entretenimiento norteamericano con la loable intención de visualizar la histórica situación a la que han estado obligados los afroamericanos y de paso facturar dinero gracias a lo que hasta hace poco interesaba a tan pocos y a la luz de los últimos sucesos mundiales (en buena hora) ahora es discurso que vende y convence, aunque no siempre. La película Una noche en Miami puede ser enmarcada en esta tendencia que a en los últimos años ha establecido una conversación más que necesaria en una sociedad que se ve a si misma como humana.
Pero no es de la película de la que voy a escribir en esta entrada. Más bien quiero escribir de uno de los personajes retratados en este drama que busca contarnos el como una noche del verano de 1964, uno de los más importantes triunfos en el ring de Muhammad Ali (Eli Goree) se presta de manera perfecta para visualizar la problemática de ser exitosos en un país donde los negros todavía son vistos como personas inferiores. Está entre aquellos cuatro hombres notables de la raza un musico y empresario muy respetado en la época en cuestión, tal vez el menos conocido para la mayoría de quienes puedan estar viendo la película; se trata de Sam Cooke (interpretado de manera bastante convincente por Leslie Odom Jr.).
La manera en que el artista en cuestión asume el discurso de reivindicación que le propone aquel tremendo referente que es para la causa Malcom X (notable Kingsley Ben-Adir) pudiese parecer el menos combativo siendo a la vez el más masivo. Esa manera en cuestión es la que podemos disfrutar al darnos la oportunidad de escuchar un disco que se había publicado dos años antes de aquella más que interesante reunión el notable hombre de negocios que al parecer sentía cierto dejo de culpa por no haber sido él quien escribiera Blowin' in the wind (tremenda canción escrita por cierto blanco llamado Bob Dylan). Bueno, al parecer lo que no es combativo tiende a ser menospreciado en todo tiempo incluso por quien lo crea.
El hecho es que la voz de Sam Cooke es un deleite para el oído, sus canciones y los arreglos instrumentales y de coro tan del gusto del público blanco y tan afín con el cine norteamericano pueden ser apreciados con absoluta fidelidad en este disco. You send me abre paso a la evocación de cualquiera que haya gozado de alguna época placentera en su vida, la voz que canta nos es cercana y familiar...sentimos que la hemos escuchado. Only sixteen es una canción tan de la radio de la primera parte de los años sesenta y las otras diez canciones que vienen no hacen sino incrementar aquella sensación de bienestar; puede ser que Wanderfoul word sea la cúspide de una visión de mundo que busca otorgar bienestar aun así el mundo se esté cayendo a pedazos, también podemos escuchar canciones mucho más intimas como Sad moon y Bring it home to me (en este caso agradecemos aquellos que guardamos dulces pensamientos para con alguien, cualquiera que ese alguien sea) el hecho es que tras oír discos como estos y saber que, a partir de la segunda mitad de la década de los sesenta, compositores, como el mismísimo Sam Cooke, fueron mucho más allá en el concepto de entretención con sus letras y su música.
Eso ocurrió entonces, pero al parecer, para la más grande industria del entretenimiento y para no poca gente recién viene a tener cierta importancia ahora.
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