Está más que claro que las personas podemos
tener puntos de vistas muy diversos con respecto a un mismo tema.
Esto es algo que sin duda ha enriquecido considerablemente mis puntos
de vista en relación a los puntos de vista que pudiesen tener otras
personas, que por lo demás son personas por las que guardo un
profundo aprecio. Escribo acerca de esto a propósito de dos entradas anteriores en las que parezco ser demasiado parcial con respecto al tema de los migrantes.
Recuerdo que una de mis hermanas vendió su departamento en un céntrico edificio de la ciudad capital porque cada vez eran más los "extranjeros" que arrendaban los departamentos vecinos. Esto fue hace varios años, el natural cariz opaco de la que era nuestra sociedad por aquel tiempo se veía no pocas veces incomodado por el festivo carácter de quienes llegaban, casi todos y todas centroamericanos. Es comprensible que mi hermana, como la mayoría de las personas que están acostumbradas a vivir la vida puertas adentro, lo que por cierto lleva a un análisis de qué es lo que queremos decir cuando decimos que no nos metemos con los vecinos, buscó nuevos horizontes, esta vez donde no fueran tan accesibles los arriendos para quienes migraban.
Algunos años después conversaba con un gran amigo y una maravillosa persona, si me permiten comentarlo, acerca de su incomodidad con dos auxiliares extranjeras. Eran jóvenes y muy flojas según mi amigo. Ellas habían venido a reemplazar a la señora Rosita, que era chilena, y que ya estaba muy mayor para los deberes que la empresa demandaba en materia de limpieza. Decía mi amigo que la señora Rosita solía tener todo impecable y que las mencionadas muchachas hacían muy poco justificándose tal vez en no comprender el idioma.
Pasaron otro par de años, el año pasado, sin ir más lejos. Tratábamos con estudiantes de octavo año "La crisis de la migración" en el mundo. Observamos vídeos de noticieros oficiales, declaraciones de organizaciones vinculadas a los derechos de los seres humanos e incluso nos dimos el tiempo de escuchar la experiencia de uno de los niños del curso que es extranjero y que llegó desde el norte del continent6e junto a su familia huyendo de cierta dictadura de la que en esta entrada no viene al caso hacer más comentarios. El niño camino a ser adolescente nos contó en parte el viaje que les había traído desde su patria que hoy no es libre hasta este rincón del mundo que yo suelo llamar pueblo chico. Evidentemente las posiciones en la sala, igual que cuando nos referimos al discurso público, abogaban en favor de la migración...pero entonces, entonces vi el rostro de uno de mis estudiantes que claramente se mordía la lengua, sabiéndose en desventaja numérica.
Este tipo de cosas son las que me gustan de intentar enseñarles algo a personitas que todavía están en proceso de formación. Procuré darle el espacio para que expresara su punto de vista, los compañeros y compañeras esperaron en silencio que hablara y fue entonces que él dijo: "No todos los migrantes son iguales". Quise incentivarlo a que contara alguna experiencia como las que yo comentaba en los párrafos anteriores pero él no tenía una experiencia completa. Sí sabía que no todos eran iguales. Conversamos antes de que terminara la clase que no todas las personas somos iguales, que no hay personas buenas o malas y que con nuestros matices, tengamos el color de piel o la nacionalidad que tengamos, somos todas personas y pocas cosas existen tan contradictorias como las personas. Me parece que este es un buen momento para tener esto presente si vamos a conversar cualquier día de estos sobre los migrantes.
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