Alguna vez quise comenzar a comprar libros sobre
cine y este fue el primer libro que me atreví a comprar. Escribo que
me atrevía a comprar porque los libros sobre cine no suelen ser
precisamente baratos pero en aquel momento apliqué la filosofía de
alguien a quien quiero mucho que suele decir ante disyuntivas como
esta que cuento: Me lo merezco después de haber trabajado tanto.
Tengo al día de hoy varios libros pero 1001 Películas que hay
que ver antes de morir será siempre el primero.
Lo descubrí en una de esas bibliotecas muy bonitas que se empezaron a implementar ya establecida la necesidad de no poca gente de contar con espacios donde la literatura se pueda disfrutar en espacios habilitados ya no sólo para leer sino que ideales para disfrutar de ciclos de cine, obras de teatro y navegación en Internet. Lo compré en una librería del centro y me costó creer que me había atrevido a comprarme un libro alejado de cualquier presupuesto destinado alguna vez a esa necesidad tan mía.
Es un libro maravilloso. Contiene reseñas muy acertadas y forma parte de una colección perteneciente a Quintessence Editions y publicados en español por el Grupo Editorial Random House Mondadori donde se sugieren 1001 libros, discos, lugares para conocer, videojuegos entre otros y que han sido traducido a los principales idiomas a la vez que acompañados de acertadas imágenes que despiertan el interés acerca de las obras que reseñan. La edición que compré es la de la foto que es la séptima edición revisada y publicada el año 2007. Hay varias ediciones de este libro; se agregan y se sacan películas pero las grandes obras del séptimo arte siempre quedan.
No cabe duda que, en cualquiera de sus atractivas ediciones, es el regalo perfecto para alguien a quien le guste el cine o para aquellos que de tanto en tanto se pregunta qué película podrían ver. Aquí hay de todo, las grandes producciones, el cine de autor y no pocas sorpresas que una vez vistas pasan de inmediato a formar parte de las películas favoritas de cualquiera que cuente con un mínimo de interés por ese rito fascinante que sigue siendo el sentarse frente a una pantalla para contemplar una buena historia.
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