El francés tuvo que venirse de Europa hace muchos años. No se ve cómodo, incluso ahora que ya lleva varias décadas viviendo entre nosotros. Antes de irse a Francia, él vivía en el barrio alto. Su familia tuvo que migrar por motivos políticos y en el viejo mundo él hizo parte importante de sus estudios y adquirió bastante de la cultura que no puede exhibir entre pueblerinos que tan poco saben de las cosas del primer mundo.
No pocas veces le he preguntado por la razón que permanece aquí. Es lo suficientemente mayor para no tener que darle explicaciones a nadie de sus actos, pero los tres preinfartos que ha sufrido, sus constantes rabietas y explosiones verbales con las que primero ofende y luego da pena, no hacen otra cosa que hacerle daño a él. A él que insiste en que es directo cuando dice lo que piensa sin tener la menor idea de lo que siente y que no puede evitar hablar mal de las personas a sus espaldas.
Viste ropa de marca y no puede evitar fijarse en qué es lo que visten las otras personas, escuchar lo que hablan y querer saber lo que nadie le cuenta. Saluda y trata muy afable a quienes considera más peligrosos que él y se muestra magnánimo con aquellos que considera peligros menores. Le gusta mucho compartir y dejar muy claro que gastar el dinero a él se le da bien. A veces desaparece por un tiempo, vuelve siempre desganado, molesto y encontrando a penas refugio en los cigarros que aunque los tiene prohibidos, fuma disimulado tras los troncos de los árboles.
El francés vive con su mamá que es mucho mayor que él. Ella también es una persona directa que de no ser por su hijo, también estaría sola. La gente con clase no es muy expresiva en lo que respecta a sus afectos. Los fines de semana suelen conversar sobre la chanson, la nouvelle vague o la nostalgia de cuando vivían entre burgueses que solían repudiar por que ellos siempre fueron de izquierda. Nunca se encariñaron con la gente, recuerdan orgullosos el haber vivido alguna vez en casas muy grandes, cercanas a hermosas plazas donde uno podía caminar y mirar el atardecer sin temor a la delincuencia que campea en estas tierras de nadie donde viven los pobres.
Comentarios
Publicar un comentario