La sola contemplación del rostro de Amélie Poulain (una inolvidable Audrey Tautou) es un deleite por sí mismo. Ternura y malicia interpretadas como un conjuro que nos sumerge en una historia que de tan optimista, o nos fascina o nos repele, sin puntos medios. Imágenes surreales, música de aquella que cuesta mucho olvidar y que se quiere volver a escuchar otras muchas veces pero sobre todo una muy bella historia.
Pensada originalmente con un titulo mucho más largo y poético (Le Fabeluex destin d'Amelie Poulain), los desajustes de las traducciones terminaron dejándola sólo como Amélie. Dirigida por aquel mago francés llamado Jean - Pierre Jeunet la película se nos vuelve inevitablemente inolvidable a los minutos de estarla viendo. Es la historia de una muchacha, en principio inocente y romántica, que decide ayudar a varias personas que le rodean, de un duende de jardín que misteriosamente viaja por el mundo y le envía fotos a su dueño y de un par de misterios que se deben resolver a como de lugar y de las maneras más inesperadas.
A todas luces el personaje principal sufre de un trastorno psicológico, pero poco nos importa, Paris es una caricatura de Paris, su banda de sonido no es original y aún así es cautivadora y no sorprende el enterarse que la película tuvo el reconocimiento tanto de la crítica como de los espectadores. Amélie es cuando menos buena, inspiradora y graciosa. Aseguraba una frase publicitaria que verla te cambiaría la vida y algo hay de eso. No hay que perdérsela bajo ninguna excusa.
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