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Porque aún no existe mejor antídoto contra la ignorancia. Quien lee piensa y quien piensa, es natural que actúe; que algo ya no sea igual a como era antes de la lectura.
Aquello que dicen los libros fecunda ideas…si acertadas o equivocadas, es solo el tiempo quien lo puede decir.
Quien puede parir ideas difícilmente puede permanecer callado ante lo que considera injusto.
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Quien lee va muy lejos, aunque en un parque, un patio o en una celda lea. Le es imposible retener eso que hace años llamamos imaginación. Puede soñar o divagar con innegable felicidad. Vivir su vida y a la vez muchas otras vidas sea cierto o mentira la reencarnación. Encontrar las palabras de amor que sabía tenía que decir, pero no las hallaba en ninguna parte. Recobrar la memoria que había perdido o que le habían hecho perder.
Aquel que lee no permanece del todo condenado cuando ha sido condenado. La lectura abre celdas y calabozos para que pueda ir y venir el pensamiento. Otorga llaves que permiten salir a los sentimientos que sin entender muy bien por qué, no pocas veces confinamos.
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