Desde que George Romero se le ocurrió reinventar a los zombis en la mítica La noche de los muertos vivientes (1968) al día de hoy, se ha usado y recontra usado a estos muertos resucitados que suelen dar más risa que miedo... pero eso puede cambiar. Puede ser que una película filmada con sorprendentes efectos especiales, una buena dosis de sentimentalismo y una historia con cierto grado de claustrofobia nos sorprenda mucho y no sólo a nosotros, que lo único que buscamos cuando vemos películas como estas, es entretenernos, sino que pueden ser muy reconocidas por quienes algo saben de buen cine.
Yeon Sang-ho había dirigido antes Estación Seoul un animé, de terror, que cuenta lo que pasa antes de los sucesos que ocurren en Tren a Bosan. La precuela animada no es tan buena como la película y es parte de una filmografía que no es tan amplia pero es bastante entretenida. En la historia que nos cuenta esta película que va de un padre trabajólico que tiene que llevar a su, decepcionada, hija de vuelta con su madre que está en la ciudad de Busan la acción es frenética y, fiel a la tradición coreana, lo cursi puede molestar un poco; no obstante de esto, pocas películas de zombis llegan a ser tan entretenidas como ésta que comento.
Una pasajera del tren desata un adrenalinico apocalipsis en el que se verán envueltos, además del padre y su hija, un matrimonio (la esposa está embarazada), un grupo de estudiantes, un vagabundo y dos ancianas que son hermanas. Hay actitudes y personajes que son detestables y el maquillaje de los muertos vivientes es sorprendente. La velocidad con que se mueven los zombis y las situaciones de peligro en las que se ven envueltos los pasajeros del tren no bajan el ritmo una vez que comienzan y el final es de aquellos que mantiene al espectador al borde de su sillón hasta el último momento. Definitivamente una experiencia más que repetible para aquellos que disfrutan este tipo de películas.
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