
No hace mucho caminé por calles sin adornos. Los árboles sin luces ni guirnaldas y los niños esperando tan solo que el papá no llegue de nuevo borracho. Pesimismo, anacronía en estos tiempos en que nuestros países forman parte del bendito capitalismo que nos permite comprar en los nuevos templos en que se profesa la fe. Puede ser, pero también puede que sea que conozco otra forma de la navidad.
Una navidad donde compartir un pedazo de pan, un vaso de leche caliente o un momento de nuestro tiempo es más importante que correr preocupados por comprar por no quedar mal. En las otras calles (esas por las que corren cargados de bolsas, miedo y prejuicios tantos de nosotros) solo vi egoísmo y desconfianza en los gestos de la gente.
En esas calles hay personas que están solas y ya ni recuerdan lo que es celebrar algo y otras que no escatiman excusas para celebrarlo todo. En este día todos celebran, unos el abultamiento de sus cuentas y otros tener la ropita otra vez como nueva. Solo por un momento se detienen las guerras en el mundo y el torturador le da un descanso a su torturado.
En el cielo se estrenan luces nuevas que se encienden porque todavía hay gente que tiene esperanza, todavía hay gente que recuerda que hace 2000 años nació uno más de tantos niños que nacen huyendo de tiranías. Tiranías que hoy además de la pobreza material de muchos se manifiestan además atraves de enfrentamientos entre civiles y entre hermanos de sangre pero no de fe.
Los medios de comunicación van dando por terminada la despiadada campaña del último mes por vender algo más que oro, mirra e incienso. Juguetes hermosos para quien pueda comprarlos, comida deliciosa para el que pueda conseguirla y una que otra imagen que nos recuerda el verdadero sentido de esta fecha: niños que juegan en el barro de los pesebres, riendo felices, porque saben que a pesar de no tener dinero para gastos tienen algo que no saben qué pero que es algo grande.
Esta noche a nadie le faltará un retazo de navidad, porque este noche nos pertenece a todos por igual. Cuando no se encuentra el dinero en los bolsillos se encuentran detalles en el corazón. Recuerdo una familia que en navidad no tenía más que un pino seco el cuál la madre adorno con guindas…cuando llegó medianoche todos las comieron, aquella fue la cena y el único regalo material, por que tras esa “cena” vinieron los abrazos y los besos que facilitaron el dulce sueño de quienes ya no esparan a santa clos..
Una navidad donde compartir un pedazo de pan, un vaso de leche caliente o un momento de nuestro tiempo es más importante que correr preocupados por comprar por no quedar mal. En las otras calles (esas por las que corren cargados de bolsas, miedo y prejuicios tantos de nosotros) solo vi egoísmo y desconfianza en los gestos de la gente.
En esas calles hay personas que están solas y ya ni recuerdan lo que es celebrar algo y otras que no escatiman excusas para celebrarlo todo. En este día todos celebran, unos el abultamiento de sus cuentas y otros tener la ropita otra vez como nueva. Solo por un momento se detienen las guerras en el mundo y el torturador le da un descanso a su torturado.
En el cielo se estrenan luces nuevas que se encienden porque todavía hay gente que tiene esperanza, todavía hay gente que recuerda que hace 2000 años nació uno más de tantos niños que nacen huyendo de tiranías. Tiranías que hoy además de la pobreza material de muchos se manifiestan además atraves de enfrentamientos entre civiles y entre hermanos de sangre pero no de fe.
Los medios de comunicación van dando por terminada la despiadada campaña del último mes por vender algo más que oro, mirra e incienso. Juguetes hermosos para quien pueda comprarlos, comida deliciosa para el que pueda conseguirla y una que otra imagen que nos recuerda el verdadero sentido de esta fecha: niños que juegan en el barro de los pesebres, riendo felices, porque saben que a pesar de no tener dinero para gastos tienen algo que no saben qué pero que es algo grande.
Esta noche a nadie le faltará un retazo de navidad, porque este noche nos pertenece a todos por igual. Cuando no se encuentra el dinero en los bolsillos se encuentran detalles en el corazón. Recuerdo una familia que en navidad no tenía más que un pino seco el cuál la madre adorno con guindas…cuando llegó medianoche todos las comieron, aquella fue la cena y el único regalo material, por que tras esa “cena” vinieron los abrazos y los besos que facilitaron el dulce sueño de quienes ya no esparan a santa clos..
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