

“Una especie de Biblia”, es la definición que da Ronald Christ del The New York Times (USA) acerca de estos tres libros. La verdad, aquella definición me ha acompañado desde hace unos quince años. Aquella fue la primera vez que leí estos tres tomos; era en la biblioteca pública, yo sin dinero como para comprar libros y aún así feliz de poder cada tarde perderme en la lectura de tamaña obra. Memorias del fuego fue lo primero que leí de Eduardo Galeano; y desde entonces he procurado leer todo cuánto he podido de lo que él ha escrito. En el caso de estas Memorias…tal como si fuese una especie de Biblia, las he leído en orden y desorden, buscando certezas en mi opinión con respecto a la historia de nuestra Latinoamérica.
El tomo uno; Los Nacimientos, nos sitúa desde la creación de la Tierra y todo cuánto en ella hay desde la visión de los pueblos prehispánicos hasta el año 1700 d.C. todo es poesía, crónica desgarrada de la humillación de ser parias en el propio suelo, de la creación que enterró el dogma católico. Detalle a detalle, los fenómenos, la naturaleza, lo abstracto y los seres vivos paso a paso. El viejo nuevo mundo, las exploraciones y las conquistas, la grandeza mancillada de los pueblos que aquí habitaron. Claro que pudiese ser que más de alguien planteara que se idealiza a grupos salvajes a los cuales los cristianos vinieron a civilizar, y hasta eso es bueno, pues tenemos por extraño azar la posibilidad de alcanzar algo más de luz en la oscuridad que hace quinientos dieciséis años nos inunda respecto a los textos y relatos precolombinos.
El tomo dos; Las Caras y Las Máscaras, nos relata los usos y costumbres de la vida colonial, los despertares de naciones a la dignidad de sus independencias, los hombres y los actos tras las gestas, la vida toda, con sus procesos de acomodación y manipulación de la historia que nos contaron nuestros padres y quizás nosotros ya no contaremos a nuestros hijos. Crónicas que van desde 1701 hasta el 1900. Casi dos siglos de trascendental agitación narrados de la manera más clara y concisa que se pueda leer alguna vez nuestra historia y la historia de otros que aunque culturalmente opuestos, son iguales en el devenir de nuestros sueños y nuestras esperanzas.
El tomo tres; El Siglo Del Viento vuela desde el 1900 hasta 1984. Año del término de un exilio, uno de tantos que mancharon al anterior siglo. Las manchas que cubrieron el aire que respiramos, los nuevos hombres tras nuevos actos que son heroicos o despreciables de acuerdo a la opción de vida que hayamos elegido. Termina una trilogía esencial en nuestra literatura; esta vez refrescándonos la memoria a los que nos negamos a olvidar y por qué no, enrostrándole documentos en mano, algunos hechos a algunos que han intentado manipular la historia.
Es verdad, Memorias del fuego no es una trilogía rigurosamente histórica, pero se deja leer, se deja leer pues no pretende ser una historia oficial; es el relato maravillosamente matizado de poesía e intimidad para aquellos que sabiamos que la historia no siempre la escribirían los vencedores.
El tomo uno; Los Nacimientos, nos sitúa desde la creación de la Tierra y todo cuánto en ella hay desde la visión de los pueblos prehispánicos hasta el año 1700 d.C. todo es poesía, crónica desgarrada de la humillación de ser parias en el propio suelo, de la creación que enterró el dogma católico. Detalle a detalle, los fenómenos, la naturaleza, lo abstracto y los seres vivos paso a paso. El viejo nuevo mundo, las exploraciones y las conquistas, la grandeza mancillada de los pueblos que aquí habitaron. Claro que pudiese ser que más de alguien planteara que se idealiza a grupos salvajes a los cuales los cristianos vinieron a civilizar, y hasta eso es bueno, pues tenemos por extraño azar la posibilidad de alcanzar algo más de luz en la oscuridad que hace quinientos dieciséis años nos inunda respecto a los textos y relatos precolombinos.
El tomo dos; Las Caras y Las Máscaras, nos relata los usos y costumbres de la vida colonial, los despertares de naciones a la dignidad de sus independencias, los hombres y los actos tras las gestas, la vida toda, con sus procesos de acomodación y manipulación de la historia que nos contaron nuestros padres y quizás nosotros ya no contaremos a nuestros hijos. Crónicas que van desde 1701 hasta el 1900. Casi dos siglos de trascendental agitación narrados de la manera más clara y concisa que se pueda leer alguna vez nuestra historia y la historia de otros que aunque culturalmente opuestos, son iguales en el devenir de nuestros sueños y nuestras esperanzas.
El tomo tres; El Siglo Del Viento vuela desde el 1900 hasta 1984. Año del término de un exilio, uno de tantos que mancharon al anterior siglo. Las manchas que cubrieron el aire que respiramos, los nuevos hombres tras nuevos actos que son heroicos o despreciables de acuerdo a la opción de vida que hayamos elegido. Termina una trilogía esencial en nuestra literatura; esta vez refrescándonos la memoria a los que nos negamos a olvidar y por qué no, enrostrándole documentos en mano, algunos hechos a algunos que han intentado manipular la historia.
Es verdad, Memorias del fuego no es una trilogía rigurosamente histórica, pero se deja leer, se deja leer pues no pretende ser una historia oficial; es el relato maravillosamente matizado de poesía e intimidad para aquellos que sabiamos que la historia no siempre la escribirían los vencedores.
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