
La fecha me deprimía, es extraño, pero me deprimía. Escribo que es extraño porque no viví aquel tiempo sino a través de los recuerdos de quienes aún lo evocaban con persistente nostalgia; y aunque para muchos éste era un argumento más que valido para no deprimirme; igual me deprimía.
A veces iba por las mañanas a las marchas camino del cementerio donde reposaban algunos de los restos de los compañeros. Sabíamos muy bien que no eran los únicos, sabíamos que habían demasiados que no conocían de un ubicable descanso. Íbamos a dejar flores a algunos y pensar todos juntos en los que no estaban. Aquellos eran otros tiempos, los que alborotaban el homenaje eran pocos y quienes provocaban el desorden siempre eran los que vestían uniformes.
Otras ocasiones me quedaba en casa (que por aquellos años era la casa materna) ponía un caset en la radio y pensaba en los que no estaban y en los que sí estaban para tratar de vivir aquel incipiente país de enajenados que miraban a los inconformes revolviéndola por la tele. Ya sea que fuera y marchara o me quedara y reflexionara, la sensación de algo que yacía perdido en alguna parte era irremediable.
Viví los años de la dictadura, eso nadie me lo puede arrebatar, la viví buscando retazos de lo que había sido aquel lejano tiempo que no únicamente a mí sino que a muchos nos negaron. Supe del compañero presidente por sus deudos y también fue puesta a prueba mi capacidad de asombro ante las atrocidades que nunca acabaron. Habían hecho pedazos mucho más que el sueño del proletariado, habían destrozado la esencia de la felicidad. Su bombardeo a la casa de gobierno, sus balas atravesando insolentes los cuerpos de obreros atados, los golpes con picana a culpables e inocentes trajeron el miedo; un miedo que se quedó enredado en el pecho de aquella masa que hoy llaman gente.
Aún se discute y se habla acerca de una división que en nuestro país ha existido siempre (no se provocó precisamente durante la Unidad Popular) una división que seguirá existiendo. El modelo social, económico y político de los que fueron guardianes de los interese de aquellos que mandan, desgarra a mordiscos a aquellos que se conforman con los mendrugos de su esperanza. Les niega la dignidad a los que nada o muy poco tuvieron y tienen. Que ¿por qué los homenajes?. Por que fue injusto el modo en que todo lo terminaron, hubo fuerzas dispares, abuso y prepotencia ante los vencidos y a pesar de aquello, hubo vencidos que no bajaron sus cabezas y hubo un hombre como ya hay muy pocos. Un hombre que cumplió con lo que debía cumplir y fue más lejos que eso. Fue acto y palabra valerosa, ternura y lealtad para con el mandato de quienes le habían elegido.
Los vencedores no siempre podrán escribir la historia; la historia la hacen los pueblos. El odio es un fuego que se extingue si no se le alimenta. La mentira es combustible, el cinismo es combustible, la desigualdad social, económica y política es combustible. Nunca seremos todos iguales, eso ya se sabe, pero no es excusa para quedarse como si nada cuando las diferencias que algunos quisieran negar sigue doliendo. No se equivoquen señoras y señores, seguirá la violencia mientras no vuelva la justicia. Ya no es un hombre o cien hombres a los que hay que borrar del mapa, ahora son miles de hombres con sus mujeres y sus niños que pueden distinguir la verdad de la mentira.
A casi 40 años de aquel día aún resuenan en mi cabeza las ráfagas que escuchaba afuera del estadio Nacional, aún me duelen los muertos, los torturados, los desaparecidos, esta fue la muestra brutal y desgarradora de que los poderosos jámás dejarán sus privilegios. Pero tampoco puedo olvidar lo que viví durante 3 años, cuando creí que ibamos en el camino para hacer un mundo justo, que las diferencias de clases se borraban, que construiríamos un mundo donde todos somos responsables del bienestar de todos.
ResponderEliminarNo puedo olvidar que ese es el mundo que quiero.....me niego a olvidar.
Gracias por el comentario. Ojalá nunca dejes de negarte, no renuncies al mundo que quieres. Construye donde otros destruyen.
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