
Tengo que confesar que este es el primer homenaje que debí haber hecho, pero ya que no lo fue, decidí que lo sería en algún momento especial. Que mejor que en la entrada número 100 y de paso conmemorar los dos años de este blog.
Pero ya basta de preámbulos; el homenaje de ayer, hoy, mañana, y siempre es para la gran Violeta Parra; artista esencial de Latinoamérica. Hay quienes dicen que si Don Atahualpa Yupanqui es el padre del folclor de nuestro continente; Violeta Parra es la madre. En realidad Violetita fue y es más que un nombre irremplazable en la historia de los cantos y versos populares, fue una artista global: recopilaba, hacía arreglos de cantos campesinos, escribía sus propias canciones y poemas que más tarde también se volverían canciones, pintaba, bordaba arpilleras y también hacía esculturas con los más diversos objetos cotidianos.
Ella es una cumbre en la creación femenina, al igual que lo fueron Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini o Alfonsina Storni. Desafió y venció a un medio habituado a menospreciar la creación femenina en particular, y la pertenencia de los marginados en aquello que llaman cultura, en general.
Conocida fue la sorpresa de los asistentes al Teatro Caupolicán aquel año 1954, cuando pudieron ver al momento de recibir su premio a la mejor folclorista del año a una mujer que desarmaba todos los esquemas. Era como si recibiesen el premio las cientos de cantoras que sin vanidad alguna son el canto de la tierra y del aire de una tierra idealizada pero muy pocas veces retratada en su verdadera ternura y crudeza. Luego se supo que viajaba por el mundo, invitada e impulsada por la necesidad de hacer escuchar a cuanta humanidad se pudiera todo aquello que en sus excursiones a ella le había apasionado.
Pero trascendió además porque agregó al folclor una conciencia social pocas veces escuchada. Fue sin lugar a dudas la piedra angular del canto comprometido en los años sesenta y setenta. No cabe en si misma su grandeza y es por eso que de ella floreció una familia de artistas soberbios en su genialidad. Es verdad tenía hermanos mayores, pero ninguno de ellos podría decir que los humildes les conocieron sin mediar primero la existencia de Violetita.
Es un mundo pleno de una dura belleza el de Violeta Parra; con devota admiración los convido a investigarla, leerla y a oírla hablar o cantar; la tecnología hoy nos facilita todas las cosas. Ahora pensar, sentir o entender, depende de cada uno de nosotros y nosotras.

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