
Pertenece a aquellas películas que golpean en lo emocional. Puede ser porque inconscientemente a la mayoría de las personas les inquieta la cercana presencia de personas con alguna deformidad física. Si esas extrañas reacciones tienen un explicación positiva o negativa, es tarea de la psicología develarlo. El caso es que no pasaran inadvertidos ante nuestros ojos los protagonistas de esta extraña fabula en que burlarse de los desformes tiene un costo muy alto.
La belleza física es una obsesión en todo tiempo, quizás sea por eso que la fealdad estética (la deformidad, la falta de simetría, entre otras) provoca en nosotros una sensación de desconcierto, y si bien conocemos historias de feos con un hermoso corazón; aquí la trama va para otro lado. Los "monstruos" aquí no son ni más buenos ni más malos que los “normales” son seres humanos que en términos del novelista Mark Twain, “peor cosa no podrían ser”.
Lo paradójico de esta película es que los actores sufren realmente las deformidades que podemos observar; no hay maquillaje ni efectos especiales para hacerlos parecer extraños. El director Tod Browning (famoso por dirigir la primera adaptación oficial de Drácula) conocía de primera fuente el mundo de las ferias de variedades, realizó una selección de personas que habían trabajado en los circos para los papeles a representar con la finalidad de hacer una película realista, algo más cercano al cine arte que al cine comercial.
Durante más de treinta años fue una obra incomprendida. Su director fue muy valiente para su tiempo; tanto que ésta película marcó el comienzo del fin de su exitosa carrera ligada a los personajes infrahumanos.
Una película desconcertante a la vez que fascinante; ironía, suspenso, drama, humor todo correctamente urdido para nuestro deleite. Es de aquellas películas que para quien la ha visto; aunque trascurra mucho tiempo siempre se recuerda.
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