Vinieron de todas partes
Fundaron el fuego sobre la piedra,
Compartieron el fruto de la caza
Y bebieron del brebaje de fuego
Regalo de un Dios bueno
Cantaron ebrios de sangre que nace
Y bautizaron la tierra con nombre
De mujer.
Observaron el sol, la luna
Y el manto de pequeños astros
Nocturnos y comprendieron que era
Para todos lo mismo.
La tierra comenzó a dar a luz
Nuevos hijos y a poblar su extenso
Cuerpo florecido, de nuevos modos
De la vida.
Alzaron templos a sus dioses
Para agradecer la luz, el agua
Los vegetales y el viento.
Entonces vivieron tranquilos
Durante muchas lunas…
Pero apareció un día de enojos
Divinos la tormenta, hiriéndolo
Todo con sus agujas minúsculas
De cristales mojados.
Nació entre ellos entonces
El desconcierto.
Levantaron sus rucas y fueron
Viento sur.
Caminaron por valles y montes
Domando la tierra hasta entonces
Desconocida.
Desde entonces, cada cierto tiempo
Vuelven a buscar el sol para que
Bailen los vegetales
Y así hacer más sano el alumbramiento
De la tierra.
Palpan cada surco, y se quedan
Si lo sienten fértil…
Celebran entonces tras cada ciclo
Hasta caer rendidos y luego se van:
Se van por las que fueron sus tierras,
Buscando donde quedarse.
Como si fueran extraños, y sus propios
Hijos los desconocen.
Entonces vagan entre su propia sangre
Entre sus propios montes.
Ajenos… Silenciosos
Buscando nuevos soles, buscando
Soles nuevos. Buscando.

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