Debo partir por aclarar que los libros que he escrito no están ordenados por fechas debido a que aunque los he terminado, constantemente los estoy revisando y mejorando. A veces me gusta como quedan y otras veces les doy muchas revisiones. Igual que cuando leo, puedo estar absorto en más de un libro, por eso algunos tienen fechas que se cruzan. El objetivo de estas entradas es explicar el orden en que debiesen ser leídos de acuerdo a los años y a lo vivido.
En rigor el primer cuadernillo que escribí se llama Prosas de barro. Le puse ese titulo porque a pesar de que yo quería escribir no me gustaban los libros de poemas y no consideraba que tuviese calidad para escribir cuentos; resulto entonces que tenía algunos escritos a los catorce años que hablaban en gran manera de lo que había vivido y visto en mi infancia y aunque no eran poemas tenían demasiadas imágenes poéticas y aunque no eran cuentos estaban escritos en prosa; entonces, como no tenía idea qué era lo que estaba escribiendo, se me ocurrió titular aquel cuaderno de forma que definiera de la mejor manera lo que sentía que eran esos primeros escritos.
En todo momento supe que estas prosas tenían gran influencia de cantores y poetas populares que escuchaba y admiraba mucho, en especial del primero conjunto y posteriormente dúo Quelentaro. Eran textos tremendamente melancólicos, hablaban de pobreza, desilusión y reivindicaciones sociales. En aquel tiempo no pensaba que escribiría tanto después, ni siquiera me reconocía a mi mismo en aquellos textos. Mi proceder en aquellos años era extremadamente silencioso, me parecía mi mundo una comarca húmeda y sin alegrías.
Todavía me acuerdo del cuaderno en que escribí las prosas originales; era un cuaderno hecho con hojas sueltas archivadas por un alambre oxidado y con una portada de cartón forrado con género de franela azul cuadriculada. Quisiera mucho tenerlo todavía, pero mis incesantes ir y venir por tantas partes en aquellos años todavía me impide acordarme en que mediagua, sindicato o sede social quedó, no sé si alguno de mis amigos de aquella época se lo quedó y es que lejos, estas prosas de barro fueron los textos que más leí en público; me forjaron una fama de niño prodigio entre mucha gente y aunque nunca han sido tan buenos literariamente hablando, cargan con tanta verdad a cuesta que hasta comprendo que gustaran tanto.
En 1988 escribí la primera prosa Evocación de la hacedora; originalmente eran 10 prosas, en octubre de 1992 le agregué dos prosas más al cuaderno con motivo de los 500 años de la llegada de los españoles a América, por eso hay dos versiones. Cuando las re-escribí en otro cuaderno aparecen como fecha de escritura ambos años. No me ha interesado nunca publicarlos, entonces ya sabía que no sería precisamente un poeta de libros y que mis textos nacían para ser leídos en lugares y situaciones en que la contingencia nos empujara a levantar la voz a los que callamos por demasiado tiempo.
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